La crisis global del coronavirus dejará una profunda huella en la sociedad e iniciará una nueva era en muchos sectores productivos y empresas que desafiarán su forma de hacer negocios.
Lo que hoy entendemos como responsabilidad social empresarial se llevará a otro nivel. Mientras se desarrolla la crisis vemos como diversos sectores han puesto a disposición su capacidad para atender la escasez de recursos para combatir el virus. Otros apelan a la solidaridad y la creación de planes para apoyar a la población más vulnerable o con menos posibilidades económicas, en una redefinición de su forma de relacionarse con la sociedad, que esperamos perdure el día después que superemos la crisis.
Empresas del sector textil y grandes marcas como H&M, Yves Saint Laurent, han dejado de fabricar muchos de sus productos para combatir la escasez de material sanitario y abastecer hospitales, residencias y trabajadores de servicios esenciales.
La producción de gel y alcohol, tan necesarios y escasos, es otro frente de batalla contra el coronavirus que ha movilizado a empresas de productos de belleza y bebidas alcohólicas para ser parte de un ecosistema mundial de solidaridad ante la pandemia.
Nivea, L’Oreal o Mixer & Pack, entre muchas otras compañías cosméticas producirán geles desinfectantes. A ellas se han sumado grandes compañías del sector de bebidas alcohólicas como Baccardi, AB InBev, Diageo y Pernod Ricard, para contribuir en la producción de alcohol.
Empresas automotrices han levantado su mano para poner a disposición su tecnología y procesos para fabricar respiradores.
La mayoría de las empresas han asumido el compromiso genuino de proteger y atender las necesidades de sus colaboradores, buscar soluciones creativas e innovadoras para asegurar la continuidad de sus negocios en condiciones nunca antes vistas y aportar a la sociedad desde sus capacidades.
Hay un acuerdo implícito de que todos somos parte de la solución y que solo trabajando juntos podremos superar la situación actual. El engranaje que se ha conformado debería trascender y a partir de ésta experiencia gestarse un movimiento global que realmente permita construir un mundo mejor en el futuro.
Los acuerdos que se alcanzan en las grandes cumbres parecen ser inoperantes y la crisis actual nos ha demostrado que la capacidad de movilización de los gobiernos y el sector privado es posible si hay voluntad para la acción.
Eventualmente superaremos esta crisis y el día después, cuando amanezca y volvamos a una nueva normalidad, deberíamos tener un mundo mejor, mucho más humano. Los esfuerzos de hoy deberían apuntar a resolver problemas fundamentales aún no resueltos como la pobreza, la igualdad de oportunidades, el acceso a la educación, entre otros.
Hoy sabemos que es posible, que cada gobierno, cada empresa, cada persona puede ofrecer su aporte para atender los temas que la sociedad reclama desde hace muchos años, que no hay que esperar otra crisis para dejar de mirarnos el ombligo y mejorar algo de nuestro entorno.
El autor es consultor en comunicación estratégica.