Existen muchas metáforas para referirse a la educación. La educación es el camino, es la llave, es la puerta. La educación impacta, transforma, prepara. Pero, ¿de qué exactamente hablamos cuando nos referimos a educación? ¿Exactamente en qué queremos invertir cuando hablamos de “educación”?
Hoy en día, las escuelas ofrecen el mismo contenido, impartido de una sola manera, para todos los estudiantes. Este tipo de instrucción crea la ilusión de que aquellos estudiantes que aprenden de cualquier otra manera que no sea leyendo libros de texto o escuchando al profesor sermonear por una hora, no son “buenos estudiantes”. Sin embargo, la diferencia no es señal de deficiencia. Por lo menos, no del estudiante. Las diferencias entre estudiante y estudiante, más que menos, apuntan a las deficiencias de un sistema educativo que no atiende a cada estudiante como lo necesita.
Por eso, debemos dejar de hablar de educación como si la pregunta fuera si tener educación o no. La pregunta es qué tipo de educación queremos tener y qué vamos a hacer para conseguirla. Por qué seguir derramando dinero en: salones donde los niños están sentados en fila, tomando exámenes que miden su habilidad de tomar exámenes y no la maestría de sus competencias, aprendiendo acerca de temas lejanos de la realidad en la que vivimos… Seguir derramando dinero en ese tipo de educación no merece que hablemos de la educación ni como camino, ni como llave ni como puerta. Ese tipo de educación es una pérdida, es una desventaja, es una lástima.
Existen varias iniciativas innovadoras de educación, todas dignas de conversación/inversión/apuesta, pero hoy me enfocaré en aprendizaje personalizado. El aprendizaje personalizado reconoce que cada estudiante es un individuo, con distintas habilidades y necesidades de aprendizaje. El aprendizaje personalizado, en su más básica expresión, provee opciones para cada estudiante: opciones para dedicarle tiempo adicional a una materia (sea por necesidad o interés), opciones para expresar su conocimiento en distintos formatos y opciones de escoger la representación del contenido (escrito, auditivo, audiovisual).
Con estas opciones, el estudiante por primera vez tiene voz y voto sobre su propia educación: tomando el camino que necesita, al ritmo que lo necesita, y solicitando el apoyo que necesita.
La semana pasada entré a un salón de clases de aprendizaje personalizado, donde niños de 2do grado estaban aprendiendo matemáticas. Entrevisté brevemente a una niñita jugando un juego matemático en su iPad - feliz de que iba en un nivel bastante avanzado-. Luego, conversé con un niñito que estaba desarrollando problemas matemáticos en papel - justo antes de que la maestra le revisara su progreso-. Este nuevo formato que libera al educador de estar al frente impartiendo la lección, le permite enfocarse en los estudiantes que para esta materia necesitan atención adicional. De esta manera, todos los estudiantes -aunque a ritmos distintos - van cumpliendo con la competencia necesaria sin dejar lagunas en su aprendizaje. La meta de personalización no es disminuir el rigor de la enseñanza, sino aumentar el apoyo disponible para que cada estudiante pueda realizar su potencial.
Independientemente de las iniciativas del sistema educativo, el statu quo social muchas veces es responsable de canibalizar las nuevas iniciativas de educación. Por ejemplo, el público general rechaza propuestas como las de aprendizaje personalizado al clasificarlas como que están facilitando el aprendizaje. O, peor aún, rechazan nuevas iniciativas como idealistas o demasiado complejas, sin realmente entender los matices que las componen. Así acorralan a las instituciones educativas, creando miedo de innovar en contra de la opinión popular. Aprendizaje personalizado es solo una iniciativa innovadora de educación, pero lo mismo ocurre con otras iniciativas también.
Cuando hablemos de educación, hablemos de transferencia de conocimiento en espacios que propicien el aprendizaje. Hablemos de los estudiantes como agentes activos de su camino educativo. Hablemos del aprendizaje como la habilidad de pensar y actuar de manera creativa con la nueva información que recibimos. Cuando hablemos de educación, seamos específicos para hablar de la educación que vale la pena. Cuando hablemos de educación, hablemos del reto que tenemos por delante y del rol que cada uno de nosotros juega en darle significado a todas esas metáforas. Si quisieras seguir explorando este tema, sígueme en @stefycohen y sintoniza mi Instagram Live mañana a las 7:00 p.m.
La autora es promotora de emprendimiento