Otto Wolfschoon asumió el pasado 1 de septiembre como nuevo presidente de la Asociación Bancaria de Panamá (ABP). Reemplaza en esa posición a Aimeé Sentmat de Grimaldo, primera mujer en liderar la junta directiva de la ABP, y en un momento crucial para la industria bancaria, con el alivio financiero llegando a su fin, la economía dando pasos hacia la recuperación, iniciativas legales que pretenden regular las tasas de interés y los crecientes riesgos que corre el país por permanecer en las listas discriminatorias.
En abril de 2020 los bancos de la plaza concedieron las primeras medidas de alivio para los clientes afectados por la crisis y estas se fueron extendiendo, a través de una ley y de acuerdos del regulador bancario.
Desde entonces, bancos y clientes han tenido la opción de renegociar los términos y condiciones de los préstamos para ajustar las letras a la nueva realidad de ingresos de los clientes.
El saldo de créditos bajo medidas de alivio llegó a superar los $28 mil millones en más de 1 millón de préstamos en agosto del año pasado. Las cifras más recientes compartidas por la Superintendencia de Bancos de Panamá apuntan a una cartera de $14 mil millones en 400 mil préstamos pendientes de reestructuración.
Wolfschoon señaló en una conversación con este diario que “los bancos han ido casi cliente por cliente tratando de buscar acuerdos”, y destacó la importancia de que los clientes se acerquen al banco o tomen las llamadas cuando tratan de contarlos.
“No es fácil. Esta es una situación dura para todos, y no la vamos a hacer menos dura si no enfrentamos la realidad de nuestras obligaciones”, sostuvo.
El banquero explicó que en este tipo de situaciones adquieren especial relevancia dos conceptos: Por un lado, la capacidad de pago del cliente, algo que se puede medir y sustentar, y, por otro, la voluntad de llegar a un acuerdo para cumplir con un compromiso que se adquirió en el pasado, cuando se concedió el préstamo.
La industria apela a la cultura de pago de los clientes, ya que el que la pierda puede que tenga más dificultad para acceder al crédito después de la pandemia.
Una de las grandes preguntas que surgen es qué va a suceder en la relación entre bancos y clientes a partir del 1 de octubre, cuando venza el alivio.
Wolfschoon dijo que lo que va a pasar después del 1 de octubre está directamente relacionado con lo que haya sucedido antes de esa fecha. Para quien haya acudido al banco y pactado un acuerdo, será el momento para cumplirlo.
Por el contrario, si no se ha acudido al banco y no se ha atendido el llamado, “la flexibilidad que el banco va a poder tener de acuerdo con las normas de contabilidad y las normas regulatorias se reduce considerablemente y va a ser más difícil llegar a un acuerdo”, dijo el banquero.
Por eso, recalcó que es importante aprovechar las semanas que quedan hasta el próximo 30 de septiembre para llegar a la mayor cantidad de acuerdos posibles.
¿Qué ocurrirá después, habrá remates de bienes? Al respecto, dijo que esto es algo que ha ocurrido siempre en Panamá y en el resto del mundo porque hay personas que no han cumplido con sus obligaciones. “No puedo decir que a nadie le va a pasar nada. Sería falaz, y no estamos aquí para decir cosas que no son la verdad”, pero sí dejó claro que tomar un bien hipotecado en tiempos normales es el “último, último, último recurso de un banco”.
Explicó que los bancos no son agencias de bienes raíces ni de compraventa de autos. Además, comentó que en 37 años que tiene de experiencia en el sector, “en la inmensa mayoría de los casos, no solamente es que no sea el negocio de los bancos, sino que es muy mal negocio” el remate de propiedades, ya que el bien habitualmente no ha recibido buen mantenimiento por la falta de capacidad de su propietario y, además de la deuda bancaria, acumula otras cuentas pendientes a las que hay que hacer frente, así como los gastos que acarrea el mantenimiento de la propiedad y los inherentes a la eventual venta.
“Entonces, esa grave preocupación de que a ese grupo de clientes, los bancos van a salir a rematar de manera generalizada, no es una preocupación válida”, afirmó.
Consultado sobre una eventual extensión del alivio, dijo que “en algún momento tenemos que volver a la normalidad, y en esto, mientras más tardemos, más difícil va a ser volver a la normalidad. Ha habido mucho tiempo para pactar. Ya en este momento debiéramos tener claridad, porque hace meses se dijo que esto iba a durar hasta tal fecha”.
El banquero insistió en que hay múltiples opciones que se pueden valorar, como por ejemplo, un caso en que el saldo de la hipoteca sea menor al valor de la propiedad y la persona tenga otros préstamos con el banco -como un auto o una tarjeta de crédito- se puede hacer un refinanciamiento y balancear la letra con plazos más largos. Pero son opciones que no se pueden explorar sin la participación del cliente.
“Hay mucha gente que tiene miedo y que se va con la inercia, pero ni la inercia ni el miedo hacen bien en una situación como esta, porque nos paralizan. Lo mejor es ser proactivo”, aconsejó.
Reactivación
El fin del alivio se produce en un momento en que la economía está dando síntomas de reanimación. Los créditos nuevos desembolsados por el sistema poco a poco van consolidando una tendencia a alza.
El banquero dijo que después de una caída “dramática” de 17.9% del producto interno bruto en 2020, este año se podría recuperar la mitad del terreno perdido y en 2022 la otra mitad, de manera que al inicio de 2023 se estaría en una situación similar a la de finales de 2019 o principios de 2020, eso sí, con una posición más débil en cuanto al endeudamiento público.
“Sí se está viendo cierta recuperación en algunos sectores, es algo lento pero suficiente como para decir que las cosas están comenzando a recuperarse”, sostuvo.
La activación de proyectos de obra pública, el sector comercial, así como las telecomunicaciones y la logística muestran los síntomas de mejoría, apuntó.
Para animar más el crédito, una iniciativa que defiende el sector bancario es la creación de programas con garantías estatales, una forma de compartir el riesgo entre distintos actores, entre ellos el Estado, para propiciar la concesión de créditos a empresas que con esos recursos van a contribuir a la generación de empleo y la reactivación de la economía.
Un efecto contrario en el crédito tendría la eventual aprobación de límites a las tasas de interés bancarias, como propone el proyecto de ley 420, que reposa en la Asamblea Nacional.
Al respecto, Wolfschoon dijo que tanto la teoría como los casos prácticos demuestran que cuando se ponen topes a las tasas de interés se genera una demanda de crédito insatisfecha. Las personas que por su nivel de riesgo no califican, “no van a tener acceso al crédito o van a buscar productos sustitutos a costos más altos y no regulados, donde la mucha o poca protección que tenga el cliente bancario, no va a existir”.
Así, una iniciativa con la aparente intención de abaratar el costo de crédito, puede tener el efecto contrario. Wolfschoon citó el ejemplo de la vecina Costa Rica, donde, dijo, una medida similar provocó el recorte drástico de tarjetas de crédito, cierres de sucursales y de departamentos de atención al cliente.
Listas
Una amenaza que se cierne sobre las aspiraciones de recuperación económica es la permanencia de Panamá en listas discriminatorias.
En el periodo anterior de presencia del país en la lista gris del Grupo de Acción Financiera (GAFI), que fue entre 2014 y 2016, se perdieron corresponsalías bancarias, que fueron recuperadas al abandonar la lista y no se han vuelto a perder desde el último ingreso en la lista en 2019.
Pero la presión internacional está creciendo. Wolfschoon se refirió a la ley aprobada por Alemania que introducirá a partir de 2022 medidas fiscales para desincentivar las relaciones comerciales con países que aparecen en la lista negra de la Unión Europea de territorios no cooperadores en materia fiscal, en la que figura Panamá.
Dijo que después de Alemania pueden venir otros países del bloque europeo con medidas similares.
“Desde luego, hay muchas inversiones que se están perdiendo de gente que simple y llanamente no les interesa trabajar con países que están en estas listas porque automáticamente es una razón para excluirte de sus intereses como inversionistas”, sostuvo.
El banquero no ocultó la preocupación del gremio por esta situación y destacó que “el país tiene que moverse en la dirección correcta para salir de las listas”.
Perfil
Una trayectoria ligada a la banca
Licenciado en Economía de la Universidad de Panamá, en 1982. Tiene un Máster en Administración de Negocios, en la Universidad de Nueva York en 1984, con especialización en Finanzas y Negocios Internacionales.
Trabajó siete años en el Chase Manhattan Bank en Panamá, Puerto Rico y Nueva York; estuvo tres años en el Banco de Boston; y desde su fundación en 1994, es vicepresidente ejecutivo de Global Bank en Panamá.