La pandemia del nuevo coronavirus y la fuerte crisis económica que provocaron las restricciones impuestas por el Gobierno para controlar la propagación dejaron una fuerte recesión que impactó la capacidad de pago de las obligaciones por parte de los clientes bancarios, tanto empresas como personas.
Los créditos que se acogieron a las medidas de alivio se clasificaron como “modificados”. En la medida que los préstamos que fueron objeto de alivio se reestructuran y el cliente cumple con las nuevas condiciones pactadas por un periodo de tiempo, entonces el préstamo ya no se considera dentro de la cartera de modificados. Por eso la aspiración del regulador y de la banca es que esa cantidad de préstamos modificados sea cada vez menor, lo que brindará certeza sobre la capacidad de generación de ingresos de los bancos y sobre los niveles de morosidad reales.
En los primeros meses de pandemia los bancos concedieron alivios automáticos a buena parte de sus carteras, y en agosto de 2020 se llegó a un pico de cartera modificada de $28,105 millones.
Desde entonces se empezó a registrar una tendencia descendente, en parte por un proceso de depuración de los bancos y parte por el reinicio de actividades que se produjo a finales del año pasado.
No obstante, el descenso fue bastante moderado entre finales de 2020 y el inicio de 2021, debido a las nuevas restricciones impuestas en los primeros meses de este año para contener la segunda ola de contagios.
En el último mes, sin embargo, se ha producido una caída significativa en el saldo de préstamos modificados. Según las últimas cifras reportadas por la Superintendencia de Bancos de Panamá, al 19 de abril el saldo era de $19,611 millones, cifra que representa una caída de $2,602 millones respecto al registro del pasado 26 de marzo.
La presidenta de la Asociación Bancaria de Panamá, Aimeé Sentmat de Grimaldo, dijo que en términos generales la caída está asociada a la la reactivación de la economía en los últimos meses y a que clientes que no se habían acercado a conversar con su banco y tenían cierta capacidad de pago ahora lo estarían haciendo para reestructurar los préstamos.
Se espera que ese indicador de los créditos modificados siga cayendo en los próximos meses. Sentmat dijo que en el caso de los clientes empresariales, en muchos casos ya se ha llegado a acuerdos sobre nuevas condiciones que están pendientes de formalización.
El desafío más importante, reconoció, está en contactar y entablar conversaciones con los clientes de préstamos de consumo, como tarjetas de crédito e hipotecas.
Para Sentmat, la caída de préstamos modificados es una buena señal, pero “todavía falta y necesitamos que los clientes sigan acercándose a sus bancos”.
Y es que, a pesar del descenso en la cantidad de préstamos modificados, la cifra es aún importante.
El financista Daniel Oblitas dijo que la cartera modificada representa aún casi el 37% de la cartera de préstamos locales.
El superintendente de Bancos de Panamá, Amauri Castillo, señaló que hay una tendencia a la baja, que era de esperar, pero consideró que ese monto debería ser más consistente con el nivel de desempleo y las actividades que no han podido reiniciar o alcanzar un flujo de caja suficiente. “Lo que estamos viendo es que el volumen que todavía tienen los bancos como modificados es un monto muy elevado”, sostuvo, y de ahí que tanto el regulador como los representantes de la industria destaquen la importancia de seguir reestructurando préstamos para adecuar las condiciones a las nuevas realidades de los clientes.
“Nuestra expectativa es que bancos y clientes continúen trabajando incansablemente para procurar que ese monto [de préstamos modificados] sea sustancialmente menor al 30 de junio”, dijo Castillo.
En esa fecha concluirá el paraguas legal que concede al Acuerdo 13-2020 para el otorgamiento de préstamos modificados.
Castillo dijo que no se va a eliminar la figura de los préstamos modificados, pero la intención es que sea para el grupo de préstamos que no han tenido claridad sobre la capacidad de pago, ya sea por pérdida de empleo o empresas que no han reiniciado operaciones.
Sentmat, por su parte, defendió que “hay que buscar, cada vez más, cuál es la realidad sobre la calidad de crédito de las carteras. Y eso se logra enfocando medidas de apoyo financiero y alivios a clientes que realmente no tengan cómo pagar”, mientras que para aquellos que tengan una afectación pero puedan hacer frente a parte de su obligación, se acomode el pago a su nueva realidad.
El volumen de la cartera modificada representa todavía un gran signo de interrogación para la industria bancaria. Esto es porque, aunque muchos clientes que están en esa categoría han seguido haciendo algunos pagos, todavía se desconoce cuál será la capacidad real de los clientes de cumplir los compromisos.
Por el hecho de estar en el paraguas de préstamos modificados, no se tiene certeza sobre el nivel real de morosidad de los préstamos, ni del nivel de ingresos de los bancos.
A febrero, la tasa de morosidad del sistema bancario era de 3.9%, porque no se computan los préstamos modificados en ese índice. Esa tasa “no refleja la realidad”, señala Oblitas.
Por eso, el regulador desarrolló un indicador de mora estresada, que toma en cuenta tanto préstamos modificados como no modificados y que eleva la tasa a niveles entre 10% y 25% dependiendo del tipo de producto.
Oblitas señala que “la pregunta es cuánto de estos $19,611 millones es deuda que podrá reestructurarse una vez que las restricciones acaben y el empleo mejore, y cuánto es en verdad deuda que será imposible de cobrar porque empresas cerraron y ese nivel de empleo será difícil de recuperar”.
Tanto el regulador como la industria coinciden en que ese nivel de incertidumbre sobre la calidad de la cartera limita la capacidad de los bancos de prestar fondos. Castillo reconoce que “muy probablemente, de esa cartera de modificados habrá algunos créditos, no tenemos la dimensión, que no se van a recuperar”.
Eso obliga a los bancos a constituir provisiones para cubrirse de las eventuales pérdidas ocasionadas por los préstamos. “Todo eso va a consumir recursos y en la medida que más alto sea el volumen, menos capacidad tendrán de apoyar de manera decidida la reactivación económica del país”, sostuvo el regulador.
Por eso, el proceso de depuración de la cartera modificada y la reestructuración de préstamos es un ejercicio de sinceramiento tanto en la relación entre el cliente y el banco, como para terminar de dilucidar el impacto real que dejará la crisis en las carteras crediticias y los ingresos de los bancos, y así poder definir la capacidad de estos para seguir prestando.