La década pasada estuvo marcada por la disrupción en los modelo de negocios, teniendo como protagonista la innovación y el desarrollo tecnológico. Se creó una nueva economía y casi todas las industrias han tenido que replantear sus paradigmas para adaptarse y sobrevivir a las nuevas realidades del mercado y tendencias de consumo.
La década que empieza no va a ser distinta y; por el contrario, viene acompañada de transformaciones exponenciales que retarán aún más a las empresas. En este sentido y para contextualizar este escenario de disrupción constante, vale la pena revisitar el “Índice de Disrupción” publicado por la reconocida firma de Consultoría Accenture, según el cual el 63% de las empresas se enfrenta a altos niveles de disrupción en sus sectores.
Es aquí donde se hace relevante aplicar la máxima de Charles Darwin: “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que se adapta mejor al cambio”.
La disrupción es un cambio en las reglas de juego de una industria y es una realidad a la que se enfrentan la mayoría de las grandes compañías globales. Estos cambios también tienen efectos directos en las empresas locales, regionales y las Pymes; lo cual implica, entre otras cosas, redefinir su estrategia y la consecuente transformación de los modelos de negocio.
El informe de Accenture demuestra que, en vez de ser un hecho aleatorio fuera del control de los directivos, la disrupción tiene un patrón que se puede identificar, comprender y preparar. El estudio destaca cuatro etapas de disrupción:
Durabilidad: en ésta, la disrupción es evidente, pero no es una amenaza para la supervivencia: las empresas en esta fase todavía disfrutan de ventajas estructurales y tienen un rendimiento sólido; un 19% de las compañías, entre las que se encuentran las del sector de distribución, bebidas alcohólicas y el sector químico, se encuentran dentro de esta categoría.
Vulnerabilidad: el nivel de disrupción es moderado, pero las compañías son susceptibles de experimentar una disrupción a futuro provocada por situaciones de productividad estructural, tales como los altos costes de producción. Un 19% de las empresas de sectores como seguros, sanitario, banca y viajes se ubican en esta categoría.
Volatilidad: en esta fase hay prominencia de disrupción violenta y repentina y las fortalezas tradicionales se convierten en debilidades. Un 25% de las compañías analizadas están en esta categoría, en sectores como tecnología de consumo, energía, recursos naturales y transporte.
Viabilidad: aquí, la disrupción es una constante; las fuentes de ventaja competitiva a menudo son efímeras, ya que constantemente surgen nuevos disruptores. El 37% de las empresas de sectores como software y plataformas; telecomunicaciones, medios, alta tecnología y automotriz se incluyen en esta etapa.
Bajo estas consideraciones, los directivos necesitan conocer dónde están posicionadas sus compañías y la velocidad de cambio previsible. Cuanto más claro vean lo que está cambiando a su alrededor, mejor podrán predecir e identificar oportunidades para crear valor desde la innovación para sus compañías y, por lo tanto, migrar hacia lo nuevo.
El autor es consultor en comunicación estratégica
