Prácticamente donde sea que mires en Latinoamérica, prospera la ruina. ¿Violencia? En Sudamérica, Centroamérica y el Caribe se ubican 44 de las 50 ciudades con mayores índices de homicidios del mundo. ¿Letargo económico? Entre 2014 y 2020 Latinoamérica registró su menor crecimiento en siete décadas. Si las monedas son el precio de las acciones de un país, Latinoamérica a finales de 2019 parece una acción de un centavo a nivel global.
Responsabilice a la insignificante productividad laboral de América Latina (una cuarta parte de la de sus pares de mercados emergentes) o su deprimente nivel de escolarización (los jóvenes de 15 años están tres años atrasados frente a sus pares de los países del mundo rico de la OCDE). Sin mencionar la desigualdad (solo 16% de los latinoamericanos considera que la distribución de la riqueza es justa), donde países desde México hasta Chile son líderes mundiales.
Hace diez años, otra era la historia. La región estaba surgiendo (de hecho, Brasil crecía abruptamente). La pobreza se había contraído fuertemente y el abismo entre los que tienen y los que no tienen se redujo como nunca antes. Latinoamérica finalmente había desarrollado una clase media.
Ahora que la movilidad social descendente está de regreso, es tentador concluir que la década de 2000 fue una ilusión óptica, y que América Latina simplemente volvió al tercermundismo y la carencia.
Sin embargo, si se les cuida bien, podrían ayudar a Latinoamérica a recuperarse e, incluso, prosperar.
Lo bueno es que China, el mayor socio comercial de la región, está cambiando su enfoque comercial de los productos básicos a la inversión en infraestructura, banca, puertos e industrias de procesamiento a medida que lleva a América a la estrategia de ’la Franja y la Ruta’. La generación y distribución de energía y los servicios de transporte como Didi Chuxing forman parte del nuevo acuerdo de China con Brasil y otros, lo que indica que Beijing se ha vuelto más exigente con respecto a su participación en América. “Los chinos son ahora acreedores más agudos y están cada vez más reacios a invertir dinero en causas perdidas”, dijo el economista de la Universidad de Boston Kevin Gallagher, especialista en China y América Latina.
De manera alentadora, gracias a la ampliación de la inversión china, es posible que Latinoamérica esté aprendiendo a negociar con el país asiático, y no solo a someterse a él. “Algunos países se están acercando a China con los ojos bien abiertos”, dijo Margaret Myers, especialista en China del Diálogo Interamericano.
El mensaje para la próxima generación de líderes latinoamericanos es difícil de ignorar. Los políticos que no logran brindar bienestar o involucrar a los grupos locales en las decisiones políticas son una especie perecedera.
Le corresponderá a la gente de Latinoamérica que acaba de despertar responsabilizar a estos líderes y asegurar los bienes de otra década antes de que acabe.