Hace unas semanas, fui a ver la película de Rogue One en el cine (sin spoilers). En el universo de Star Wars, Rogue One cuenta la historia de un grupo de rebeldes que roban los planos de la Estrella de la Muerte. Viendo la película, como todas las otras veces que he visto películas donde un grupo de personas pelean por la libertad para oponerse a un statu quo de tiranía o injusticia, me pregunté: hubiera sido yo parte de la resistencia? Y aunque la respuesta siempre es “sí, sí, sí!”, hay un salto muy real de idea a acción. Cuando me invitaron a hablar frente a un grupo de mujeres en el Centro Femenino de Rehabilitación, dudé. “¿Es seguro? ¿Es inteligente? ¿Es necesario”? Justo un mes después de haberme emocionado con los sentimientos de rebeldía de Rogue One, me encontraba cuestionando la necesidad de hacer algo meramente fuera de lo cotidiano.
Esta invitación fue parte de un intento integral de transformar las prisiones de Panamá en verdaderos centros de reintegración a la sociedad. Hace unos meses, el Ministerio de Gobierno y Justicia lanzó un programa llamado IntegrArte: una marca dentro de la cual se crean y venden productos artesanales confeccionados dentro del sistema penitenciario. Este es un programa verdaderamente innovador, que “brinda una nueva perspectiva de reinserción socio-laboral a las personas privadas de libertad, a través del desarrollo y comercialización”. Desde que escuché acerca de este programa, pensé que era una idea increíble y totalmente transformadora para nuestro país. Por eso, aunque con dudas, salté a la acción y acepté la invitación.
Llegué temprano el día de la charla, sin estar segura de qué podía esperar. Mientras que me dio la bienvenida un oficial y me acompañaba hasta el auditorio del centro, sentí miedo de que mi charla no resonara con el grupo de mujeres que allí vería. Sin embargo, justo después de empezar mi charla, se rompieron todos mis mitos temerosos. Cuando les pregunté acerca de sus ideas de emprendimiento, me encontré frente a un maremágnum de manos arriba para dar respuestas: salón de belleza, servicio de limpieza de jardines, restaurantes, etc. En ese momento caí en cuenta y verbalicé que aunque este grupo de 60 mujeres podía estar privado de libertad física, ellas poseían una libertad mucho más importante: la libertad mental.
El mayor reto en la educación de emprendimiento es llevar a las personas a despojarse de las prisiones de la mente: la arrogancia, el miedo y la obediencia ciega ante lo preestablecido. En distintos momentos, todos estamos: o demasiado confiados en que algo va a funcionar, o demasiado convencidos de que no va a funcionar, o nos encontramos incapaces de imaginar que las cosas podrían cambiar. Cuando finalmente entendemos que todo lo que existe a nuestro alrededor fue inventado por alguien, no necesariamente con habilidades especiales, sino que entendía cómo comercializar la solución a una necesidad, nos damos cuenta de que nosotros podemos ser ese alguien también. Y no importa de dónde venimos ni físicamente dónde estamos, porque podemos ser libres mentalmente desde prisión o prisioneros mentalmente desde nuestras casas.
Para empezar este 2017 libre de ataduras de años anteriores, pregúntate: ¿de qué pensamiento eres prisionero en este momento? ¿Cuál razón, excusa o justificación has encontrado para no saltar de la idea a la acción? Sea para empezar un nuevo negocio o para escalar al próximo nivel en tu negocio actual. Y más importante aún, ¿cómo se ve la libertad para ti? y ¿qué acciones tienes que llevar a cabo para conseguirla?
El programa de IntegrArte está marcando pautas importantes en nuestro país, apostando por la educación y apostando por el emprendimiento.
Aprendamos de esta iniciativa del Ministerio de Gobierno y Justicia y especialmente, de todos los que participan de ella. Apostemos por la educación, apostemos por el emprendimiento, y apostemos por la libertad. La rebeldía que necesita nuestro país es que todos seamos libres de pensar, de crear y de impactar. ¿Te unes a la resistencia?