Integra el club de superhéroes panameños que casi desde el anonimato se atreven a emprender en el incierto sector agrícola. El producto de Cristóbal Pérez, en el tono del increíble Hulk, es verde y poderoso.
El emprendedor produce y cosecha espirulina en una finca de Los Llanos, en Chepo. Es una alga unicelular catalogada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como uno de los superalimentos de este siglo. Es rica en minerales y clorofila, vitamina B, omega 6 y betacarotenos. Se encuentra entre los suplementos de mayor valor proteico. La ONU la recomienda para reducir los índices de hambre.
Dicen que los mayas y aztecas consumían esta alga que crecía espontáneamente en lagos alcalinos cuyas condiciones impiden el desarrollo de otros organismos vivos. Considerada un alimento altamente proteico y una fuente rica en minerales y aminoácidos, por estos días es la gloria entre veganos y atletas de alto rendimiento .
Hace dos años, Pérez obtuvo las semillas en México y entre muchos ensayos y errores, la planta marina “pegó” en los invernaderos panameños en los que se recrea su hábitat natural.
Cristóbal Pérez
Propietario de Green Power Spirulina
Su persistencia fue clave. “Me costó año y medio ambientar la planta”, recuerda este ingeniero industrial, que entre una barrera y otra, blindó su producción para obtener el registro sanitario. No faltaron los incrédulos, y por ello reconoce que a ratos fue invadido por la incertidumbre de invertir tiempo y dinero en una actividad, en esos meses, incierta.
La semilla dio frutos y Pérez estandarizó el proceso de producción, el cual implica filtrar la espirulina para convertirla en una pasta lista para pasar por una prensa donde se le extrae el exceso de agua, se congela y se vende. Llegó la etapa de comercialización, eslabón clave para alzar vuelo.
En Panamá se vende espirulina en cápsulas y en polvo, pero el producto de la compañía Green Power es el único recién cosechado y fresco. Se comercializa en tiendas como el Mercadito Biológico, y como en todo emprendimiento en su fase inicial, Pérez tiene canales de venta directa con clientes tras el alimento en las redes sociales.
El alga, sin preservante alguno, no pasa por deshidratación o encapsulación, y se vende congelada y empacada en pequeñas dosis que representan el consumo de un mes. “La espirulina natural no sabe a nada. Muchos consumidores se la toman con kiwi, papaya o piña para estimular la asimilación de los aminoácidos”.
Pérez tiene disponibles 12 mil litros de espirulina después de dos años de trabajo duro. Se ha acercado al Ministerio de Desarrollo Agropecuario para abrir otra línea de servicio, porque busca desarrollar un biofertilizante con la biomasa de espirulina. “El fertilizante sería a base de aminoácidos, regenera el suelo y estimula el crecimiento de las plantas. Queremos hacer esto para evitar el uso de más químicos, que tanto debilitan los suelos”, dijo.
Otro punto para la liga de emprendimientos de perfil colaborativo.