La gestión de riesgos y la gerencia de situaciones de crisis se ha convertido en un tema prioritario en la agenda corporativa mundial.
Las razones de esta afirmación son muy sencillas, pues nuestra era se caracteriza por un entorno en el que la democratización de los medios expone a las empresas a un constante escrutinio público, sumado a las exigencias de la sociedad en materia de buenas prácticas sociales, ambientales y económicas.
A esto se suman riesgos asociados al cambio climático y sus efectos colaterales en materia de pérdida de biodiversidad, migraciones a gran escala, problemas en materia de seguridad alimentaria, contaminación y acceso limitado al agua potable, entre otros.
Los riesgos tecnológicos también tienen implicaciones profundas por su impacto en la seguridad de datos e información en línea.
La desaceleración económica global, la creciente desigualdad, la corrupción, las deficiencias en la gobernanza global y los conflictos geopolíticos se integran a un entorno altamente volátil para ciertas industrias y empresas.
La teoría del caos plantea que el aleteo de una mariposa en Singapur puede ocasionar un huracán en el golfo de México, la pregunta es cómo las empresas se pueden proteger de estas alteraciones. Otra teoría que se hace cada vez más vigente es el llamado cisne negro, un concepto que apenas tiene 4 décadas y que en el contexto de los negocios se refiere a un suceso o evento improbable.
Durante siglos se afirmó que todos los cisnes tenían plumaje blanco, no era posible concebir un cisne con plumaje negro, un axioma que se sostuvo hasta el año 1967 cuando se descubrieron cisnes negros en Australia.
Este hecho revolucionó la clasificación zoológica europea que se basaba en la idea de que todo cisne era, por definición, blanco.
Con base en esta experiencia, Nassim Nicholas Taleb, un investigador y experto financiero, introdujo el concepto de “cisne negro” a comienzos de la pasada década para referirse a los mercados financieros, pero luego generalizó el concepto a eventos que pueden ocurrir en diversas actividades humanas, tal como lo presentó en su libro de 2007 El cisne negro-el impacto de lo altamente improbable.
La crisis financiera del año 2008, la fuga de crudo en el fondo del mar por la explosión de una plataforma propiedad de BP en el golfo de México o el terremoto de Japón que generó un tsunami de grandes magnitudes y una crisis nuclear que aún perdura, son un buen ejemplo de lo que Taleb llama un cisne negro.
Para que un evento pueda considerarse un cisne negro, debe reunir tres atributos: el primero es que no pertenece al reino de las expectativas normales, pues nada en el pasado lleva a pensar que sea posible (la crisis japonesa es clara en este sentido). Segundo, que ocasione un enorme impacto; y tercero, que una vez ocurrido surjan explicaciones que lo hacen aparecer como predecible; es decir, no podemos predecirlo antes de que suceda, pero una vez que ocurre, pensamos que “las señales eran claras”.
En este sentido, la visión y el análisis de riesgo cobra otra dimensión. No podemos ver ni prepararnos solo para los riesgos predecibles, tenemos que ir más allá e intentar crear capacidades para reaccionar a la llegada de un cisne negro, el impacto de lo altamente improbable.
Los cisnes negros están aquí, no los vemos, pero están latentes. Nuestra mayor posibilidad de éxito y resiliencia es prepararnos para lo imposible, aunque hoy nos parezca ciencia ficción.
