Tokio tiene 33 millones de habitantes. Nueva York tiene 17 millones de habitantes. Buenos Aires tiene 11 millones de habitantes. París tiene 9 millones de habitantes. Bogotá tiene 7 millones de habitantes. Panamá tiene 4 millones de habitantes. Pero, no la ciudad de Panamá. En el istmo entero de Panamá solo habitan 4 millones de personas.
Uno pensaría que por el pequeño tamaño de nuestro país y la poca cantidad de habitantes que lo compartimos, estaríamos un poco más organizados. Pero no lo estamos. Nuestro país tiene problemas de pobreza, de corrupción, de educación, de educación sexual, de basura, de agua, de nutrición, de salud, de infraestructura, de urbanismo, de seguridad, de conservación ambiental y, la lista sigue. Usualmente, le echamos la culpa al gobierno como esperando que cualquier gobierno pueda resolver todos los problemas en un período de cuatro años. Aunque la historia nos ha demostrado que ningún gobierno por sí solo tiene la capacidad de corregirlo todo, seguimos exigiendo y esperando. Por eso, en vez de esperar por alguien más, por un milagro, a que las cosas cambien propongo que lo hagamos nosotros mismos. La única manera en la que este país realmente va a cambiar es si nosotros empezamos a cambiar.
Susana García-Robles, asesora de Venture Capital Funds y del BID, publicó un artículo en Huffington Post acerca de la nueva “receta” de emprendimiento en Latinoamérica.
García-Robles explica que, por la última década, los intentos de emprendimiento de la región latinoamericana se han conocido por su obvia tendencia de copiar modelos americanos. Se cuestionaba la posibilidad de que innovación real pudiera salir de Latinoamérica sin ecosistemas estructurados o dinámicas de inversión. Ahora, “ha surgido un nuevo modelo de innovación a nivel del ecosistema”, sugiere García-Robles. “Me atrevo a decir que es la suma de tres ingredientes: Espíritu emprendedor + Tecnología + Frustración”.
Confieso que antes de seguir leyendo el artículo, ya sabía a qué se refería ella. Seguir leyendo me lo confirmó. Se refiere a la frustración de despertar día a día y enterarse de otra noticia acerca de malversación de dinero por parte de la Asamblea, otra noticia acerca de las pésimas condiciones de la educación en nuestro país, otra noticia que contribuye a la “percepción” de que las cosas no están funcionando en nuestro país. En Panamá todo funciona tarde, a medias, o no del todo. Esta situación es simultáneamente frustrante como es completamente esperanzadora, dependiendo de cómo veamos las cosas. El hecho de que tantas cosas no funcionen, significa que quedan tantas cosas por hacer. Tantas cosas que nosotros mismos podemos hacer.
En vez de señalar y quejarnos de lo que no funciona, nos toca a nosotros mismos organizarnos y construir las soluciones que necesitamos. Soluciones independientes, soluciones rentables y soluciones diferentes. Nuevos negocios que provean soluciones que llenen los huecos actuales que ni el mercado ni el gobierno pueden llenar. Podríamos quedarnos frustrados, esperando a que el gobierno resuelva, pero siendo realistas, ¿cuál gobierno? En vez de quedarnos con la frustración debemos transformarla en motivación para ir de la queja a la acción.
Para que esto sea posible sistemáticamente, todavía hay trabajo que hacer promoviendo emprendimiento y puliendo los ecosistemas de nuestros países.
Explica García-Robles que todavía hace falta: a) ver a más mujeres en posiciones de poder, b) mejorar la disponibilidad de recursos, incubadoras y aceleradoras, c) articular mejor las distintas iniciativas para emprendedores, d) seguir atacando el miedo al fracaso. Yo añadiría fortalecer la educación para que incluya emprendimiento como tema y como meta. Muchos de estos cambios en esencia son culturales y no ocurren de un día para otro, pero ya los vemos pasando en Panamá y poco a poco empezaremos a ver más resultados.
Vivimos en un país pequeño, pero tenemos una responsabilidad enorme. Solo imaginen si los 4 millones de habitantes de nuestro país dejáramos de esperar y empezáramos nuevos proyectos, nuevos negocios, nuevas maneras de crear un país en el que todos pudiéramos vivir mejor.
Cuatro millones es un número inimaginable al principio, pero 4 millones empieza con uno. Contigo.