Después de la (por lo menos para mí) inesperada victoria de Trump, las redes sociales se llenaron de una serie de mensajes acerca de la diversidad, la tolerancia, el respeto -en respuesta a la aparente amenaza de un Potus xenófobo.
Una de las imágenes que más me llamó la atención fue de una señora mayor protestando con un cartel que ponía: “No puedo creer que todavía estoy protestando por esto”. Por la composición de la imagen uno puede inferir que la señora hace referencia a derechos civiles/humanos, batallas que pensamos conquistadas en su mayoría en el siglo XX.
Aunque definitivamente no podemos tomar la historia estadounidense como la historia del occidente, (por ejemplo, Hillary Clinton no hubiera sido la primera mujer presidenta; ya Latinoamérica ha visto varias mujeres al poder) me identifiqué con aquel sentimiento. ¿Hasta cuándo habrá resistencia en contra de diferentes razas, religiones, orientaciones sexuales? ¿Cuándo será el día que reine la empatía y la tolerancia y la (quiero decir) normalización de la diversidad?
Ayer hubo una manifestación (cadena humana) en contra de los extranjeros en Panamá, liderado por un grupo llamado “Panamá para los panameños”. Aunque me causa asombro radical que un grupo de personas se pudieran organizar para una “causa” como esa, este artículo no es para ellos. Sería imposible a través de un artículo modificar ni en la más mínima manera el pensamiento de alguien que vive en ese tipo de extremos.
Este artículo es para quienes tienen sentimientos encontrados. Para quienes jamás marcharían para solicitar que se larguen los extranjeros de este país, pero que a su vez hablan de manera despectiva de los venezolanos; se quejan de que los extranjeros les están robando oportunidades de trabajo; se sienten “invadidos” por la presencia de extranjeros en este país.
1) Los extranjeros se quejan de cómo están las cosas en este país, porque las cosas están mal. Nosotros nos deberíamos quejar también y, más que nada, hacer algo al respecto.
2) Es posible que los extranjeros que inician negocios sin pagar todas las cuotas necesarias cobren más barato, sí. Sin embargo, antes de echarle la culpa a un extranjero de que por sus precios baratos tu carga de trabajo ha disminuido, debes preguntarte: “¿es esa la única razón por la cuál mi negocio no está prosperando? Me atrevo a decir que incluso probablemente no sea ni siquiera una de las razones más importantes, y antes de buscar culpables afuera, debes mejorar tu plan de mercadeo y ventas.
3) Indudablemente nos toca competir con extranjeros. Podemos apreciarlo o resistirlo, pero ya la competencia no es de juega vivo ni de mangos bajitos. La presencia de emprendedores extranjeros nos expone a nuevas ideas, nuevas prácticas, nuevos estándares.
El emprendedor que está comprometido con crear productos de calidad y valor para sus clientes no le teme a la competencia. Con o sin acento extranjero, tratemos a la competencia como el recordatorio de seguir mejorando e innovando constantemente.
4) Por más leve que sientas tu rechazo a los extranjeros, todos los sentimientos por más pequeños que empiecen, se van alimentando poco a poco y creciendo. Sea por la razón que sea, criticar/rechazar/excluir es hiriente para los demás, pero va carcomiendo pedazos de nosotros también.
Sé que esta no es la primera vez que me desvío un poco del tema de emprendimiento en esta columna. Pero siempre que me desvío, me pregunto: ¿será que debo estar metiendo mi cuchara en otros temas? Y todas las veces que he decidido hacerlo ha sido porque en el gran esquema de las cosas, de nada nos sirve tener un país próspero desde el punto de vista económico si no nos convertimos en un país próspero socialmente.
Al final del día de nada nos sirve ser los mejores empresarios, si no somos primero la mejor versión de nosotros mismos como personas.