Panamá tiene el potencial para superar los desafíos generados por la pandemia, manifestó ayer Richard Martínez, vicepresidente de países del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el evento “Café con La Prensa: Proyecciones y retos para el 2022”.
El país sufrió una fuerte contracción de 17.9% del producto interno bruto (PIB) el año pasado, producto de las restricciones impuestas por el Gobierno para contener la propagación del virus.
Ese impacto llegó tras un periodo de 15 años de crecimiento alto, pero con desafíos como la ralentización económica y la desigualdad de ingresos y territorial.
El economista dijo que la recuperación de Panamá es clave para la región y apuntó que la reactivación está siendo positiva. Identificó cuatro sectores con gran potencial de crecimiento a mediano plazo: el turismo, aprovechando los atractivos naturales, culturales e históricos, además del potencial de recuperación del turismo de negocios en 2022; el agro, con un mayor aprovechamiento de las tecnologías; el sector financiero, con un enfoque hacia la economía digital, y la logística, actividad que ya tiene un peso importante en la economía y puede potenciarse aún más con la regionalización de las cadenas de suministro.
Martínez, que fue ministro de Economía y Finanzas de Ecuador, dijo que, en el corto plazo, la prioridad de los países debe seguir siendo enfrentar la pandemia, con la vacunación como mejor estrategia para el crecimiento.
También habló de la necesidad de “prender los motores” de crecimiento y de que el sector privado gane protagonismo, ya que es el principal generador de empleo en la región.
“Es el momento de profundizar las reformas que permitan una participación mucho más activa del sector privado”, sostuvo. Reformas encaminadas a fomentar la formalización de las empresas, lo que se puede lograr a través de la digitalización y la facilitación de acceso a servicios para pequeñas empresas.
En lo que se refiere al acceso a financiamiento para emprendedores y empresas, planteó que en algunos países han funcionado fórmulas como aislar el efecto de la pandemia en el historial crediticio, aunque también reconoció que procesos de este tipo tienen que ser “muy quirúrgicos” para evitar contaminar el sistema.
Otra fórmula ha sido el refinanciamiento de préstamos con períodos de gracia, plazos largos y, en algunos casos, subvenciones estatales para garantizar que empresas que eran sanas y se vieron afectadas por la crisis puedan sostenerse.
Finanzas públicas
Los desequilibrios fiscales previos se acentuaron notablemente con la crisis, elevando sustancialmente el nivel de endeudamiento de los países. Por eso, se hace necesaria una senda de consolidación fiscal, en la que el crecimiento económico será clave. Martínez dijo que en el caso de Panamá, además de lo que reflejan las cifras de reactivación, está la fuente de ingresos del Canal de Panamá, que el próximo año ayudará a generar mayor equilibrio fiscal.
En el lado del gasto, los países se han visto exigidos por la demanda de ayudas sociales adicionales.
Estos programas, dijo, deberían ser lo suficientemente dinámicos como para ensancharse en épocas de crisis y achicarse cuando estas han pasado, porque no sería sostenible para ningún país mantener los niveles de subsidios que se activaron para la crisis.
En ese equilibrio que debe haber entre la consolidación fiscal y las inversiones para reactivar la economía, y en ese enfoque del sector privado como motor de desarrollo, una de las oportunidades está en la ejecución de proyectos a través de asociaciones público privadas (APP), que pueden reducir la brecha de infraestructuras que tiene la región.
Panamá maneja una cartera de proyectos APP por unos $1,500 millones, aunque todavía no ha iniciado ninguno, y ha creado un marco legal e institucional para dar cabida a este tipo de proyectos.
Entre las medidas con visión a más largo plazo, Martínez plantea que una de las claves pasa por recuperar el terreno perdido en el capital humano por el cierre de las escuelas durante la pandemia, de manera que los niños y jóvenes no vean afectado su futuro y puedan incorporarse de manera competitiva al mercado laboral.
En su estrategia regional, el BID tiene cinco ejes prioritarios: la integración regional y el fortalecimiento de las cadenas de valor, aprovechando que la región vuelve a ser vista como un potencial abastecedor para mercados importantes; el apoyo a las pequeñas y medianas empresas por su importancia en la generación de empleo; la digitalización y el desarrollo de la economía digital, para seguir aprovechando las oportunidades de un fenómeno que ha crecido con la pandemia, y temas transversales, como las acciones para hacer frente al cambio climático y la igualdad de género, ya que el empleo se está recuperando con mayor velocidad entre los hombres que entre las mujeres.
La pandemia encontró a una región con bajo crecimiento económico, altos niveles de pobreza e informalidad, estancamiento de la clase media y una creciente desconfianza en las instituciones.
En ese sentido, apuntó que el principal factor asociado a la pérdida o recuperación de confianza en cualquier país está asociado a la transparencia en el uso de los recursos; a que los distintos actores de la sociedad tengan previsibilidad sobre hacia dónde van las cosas, y a la apertura de espacios de diálogo que ayuden a neutralizar el factor de la desconfianza.
