Para muchos la revolución de las redes sociales arranca con la poderosa empresa Facebook.
Las abrumadoras últimas semanas en el gigante tecnológico han incluido acusaciones serias sobre la falta de transparencia en su manejo cotidiano provocando tal marejada que Facebook dejó de ser Facebook: ahora su nuevo nombre es Meta en un esfuerzo por enfocar valores de manera diferente en búsqueda de convencer al mundo de que el dueño de Instagram puede ser un buen ciudadano corporativo.
Suena a medida desesperada, ¿pero será que hay que cambiarle el nombre a Panamá para sacudir sus cimientos en aras de que un pueblo despierte su aletargada conciencia? En este mes de celebraciones patrióticas pareciera que perdimos una clara razón de lucha fraternal después de ganar la batalla que significó la transferencia del Canal de Panamá a una administración criolla.
Hemos normalizado las calles cerradas por manifestaciones de cientos de ciudadanos frustrados porque no tienen agua en sus hogares, porque el dinero no alcanza para ponerle gasolina al carro, porque los productores no cuentan con insumos a precios razonables para cuidar la tierra.
La pandemia de la Covid-19 profundizó brechas socioeconómicas que nos hacen sentir menos apego al concepto de unidad nacional para ejecutar objetivos claros mientras el país es regentado por una clase política que prefiere dedicarle tiempo a aprobar leyes que protejan sus chances de perpetuarse en el poder y hasta evitar ser investigados por posibles delitos.
Los eventos de noviembre de 1821 y 1903 marcan hitos imborrables que nos deben inspirar a actuar con coraje para enfrentar unidos la crisis profunda que hoy vivimos. Curiosamente en esos dos procesos reinaron esfuerzos diplomáticos o alineamientos de astros que evitaron derramamientos de sangre. Precisamente por la crisis de identidad que nos agobia resulta prácticamente de carácter obligatorio leer el revelador y cautivante trabajo de Wendy Tribaldos titulado “El 9 de enero de 1964 - Lo que no me contaron”.
La sangre que sí corrió por las calles en aquellos días de enero engendró a los héroes de apellidos sencillos que poco celebramos pero que respiraban un patriotismo inquebrantable pagando con sus vidas la simple osadía de enarbolar una bandera. ¿Qué pensaría Roberto Chiari del actual modelo de liderazgo político y empresarial que no es capaz de luchar por el justo pago de concesiones portuarias o por términos contractuales en la explotación minera que respeten el medio ambiente y generen bienestar para más panameños?
Hagamos patria evocando la memoria de quienes dieron lo mejor de sí para que un Panamá diferente existiera. Emulemos a Roberto Chiari que no titubeó al romper relaciones con un gobierno a pesar de tener intereses económicos importantes en el comercio del azúcar con dicho país. Encontremos la manera de reencontrarnos con el norte común que no debe ser otro que salir adelante de esta crisis enfocados en prioridades económicas claras implementando acciones que atraigan inversión extranjera acabando con la opacidad de ciertos modelos de negocio.
Trabajemos por la mejor versión posible de un Panamá más justo para así pronto gritar: “Alcanzamos por fin la victoria”.
El autor es economista
**Esta nota fue corregida a las 8:30 am del 1 de noviembre para indicar correctamente el nombre del autor, Carlos A. Araúz. En la versión digital original, por error, se publicó que el autor era Carlos A. Márquez G.