La cronología empieza así. Son casi las 10:00 de la mañana del lunes 18 de junio y comienzan a sonar las notas del himno nacional de Panamá en un estadio lejano de Rusia, mientras nuestra selección se mantiene alineada con la férrea disciplina de un equipo que está dispuesto a dejar la vida por su país.
Millones de panameños y extranjeros que aman esta tierra no encuentran explicación alguna al sentimiento que llevan por dentro, a las ganar de llorar, de gritar, de cantar, mientras se escucha cantar a viva voz a uno de nuestros futbolistas “Alcanzamos por fin la victoria, en el campo feliz de la unión…”.
Un narrador de televisión hace aguas y comienza a llorar emocionado desconsoladamente, mientras su compañero le da un cachetón amistoso en vivo y directo, como diciéndole ¡despierta y disfruta que estamos en el Mundial!
La pasión se desata en cada oficina, en cada restaurante, en los parques. Todos dejaron su trabajo a un lado, el canillita se paveó del trabajo porque no hay noticias que valgan la pena, las calles casi vacías y un río rojo anda de prisa para llegar a tiempo al encuentro con la historia, su historia.
No hay divisiones políticas, el pobre y el rico se abrazan con el uniforme de la patria que se lleva en el alma, no hay distinción de razas, credo o religión, es el paraíso que los dioses han soñado. Suena el pitazo del árbitro, el balón comienza a rodar, Penedo es una pared y el Bolillo se quita el saco para poder manotear con libertad. El balón lo mueve un país unido cuya única razón es su selección y el orgullo de ser panameño.
Durante esos minutos no hubo furia callejera, las diferencias se acabaron y por casi un par de horas vivimos el país perfecto, donde la única diferencia entre unos y otros era la frecuencia cardíaca.
Es fácil encontrar todo lo que nos une, pero parece más fácil destruir nuestro futuro con las pocas cosas que nos separan. El fútbol fue capaz de sacar lo más hermoso de una patria, eso se llama identidad, y ese sentido de pertenencia es un poder.
Por eso, cuando algunos supuestos líderes nos lleven a la confrontación, recordemos la imagen del 18 de junio y recordemos la frase de aquella famosa campaña de turismo: My name is Panamá.
El autor es consultor en comunicación estratégica