“Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha hecho”: Margaret Mead.
En 2019, la normativa panameña de valores cumple 20 años. ¿Qué son 20 años? Para Gardel, 20 años son nada. Para otros, 20 años son toda una vida, o por lo menos una buena parte de una vida, como lo son, sin duda, 10 años.
Un pequeño grupo de ciudadanos panameños dio su mejor esfuerzo, con mucho desprendimiento, buena fe y dotado de una nueva normativa, el Decreto ley 1 del 8 de julio de 1999 formó un nuevo regulador, la nueva Comisión Nacional de Valores de Panamá, hoy Superintendencia del Mercado de Valores. Su misión se concentró en la protección del público inversionista panameño. Para cumplirla, este grupo se convenció de que debía liderar con el ejemplo.
Se autoimpuso medidas novedosas como, por ejemplo, código de ética, divulgación de declaraciones patrimoniales, consultas públicas, rendición permanente de cuentas, presupuesto participativo, entre muchas otras, para así enviar el mensaje de seriedad, transparencia y profesionalismo que el mercado de valores, emisores, intermediarios e inversionistas siempre han merecido.
Creyó en la formación y la capacitación, para lo cual utilizó múltiples novedosos mecanismos para llegar a sectores de la población no siempre incluidos en la divulgación de temas de mercado de valores. La creación de una Unidad de Educación al Inversionista, charlas a colegios y universidades, publicación de compilación de artículos sobre regulación del mercado de valores, concursos de monografía, concursos de periodistas, día del inversionista, programa de radio, son muestras palpables de logros alcanzados.
Procesos administrativos para atender violaciones a la normativa fueron numerosos y enviaron el inequívoco mensaje de que la normativa estaba para ser cumplida.
La mayor satisfacción para este pequeño grupo es ver cómo se fortaleció la institucionalidad. La mayoría de las medidas y actividades han resistido embates y se mantienen ya como tradiciones arraigadas.
En la comunidad regulatoria internacional se logró colocar a Panamá como un país con un regulador serio, comprometido con la cooperación internacional. Se sentaron las bases, con mucha anticipación y cuidado, para saber dónde estaba Panamá y qué debíamos hacer para llegar a donde debíamos y queríamos estar. El resultado hoy es ser firmantes de mecanismos multilaterales de cooperación.
Nada de lo anterior ha sido un fin en sí mismo, la razón de ser de todo esfuerzo fue, y es, el tener un mercado de valores panameño, moderno y eficiente que, con independencia de su tamaño, ofrezca confianza al público inversionista, a los emisores y a los intermediarios. Falta mucho todavía.
Es una tarea permanente, sin fecha de expiración. Todos los días hay que seguir trabajando con ese objetivo. Para ello, cambiarán las personas, y hasta las reglas formales, pero deben permanecer siempre presentes los principios fundamentales de autonomía, responsabilidad, transparencia e integridad.
El autor es abogado.