Corría el año 2008 cuando la revista The Banker distinguió al doctor Héctor Alexander como el mejor ministro de economía de la región. Cuestionar la capacidad técnica del actual regente de las finanzas públicas es un ejercicio llano que no ataca las raíces de la seria situación que enfrentamos como nación.
La revelación lapidaria que el ministro Alexander hizo recientemente fue tan potente como un recto de derecha del Cholo Roberto Durán y cito: “En 10 años la deuda pública y los subsidios se triplicaron mientras que la planilla creció 2.7 veces”. Estos ejercicios macroeconómicos son poco relevantes hasta tanto no se viven más crudamente cerca: Imagine su ingreso familiar parecido al de hace 4 años pero de repente el pago de la hipoteca sube de $100 a $300 (deuda), la asistente doméstica exige un aumento de $100 (planilla) y la enfermedad de la abuela requiere de $200 del presupuesto mensual (subsidios). El duro momento financiero que vive el país es así de real; así de duro.
Cada dólar destinado a deuda conlleva un porcentaje de obras que no pueden ejecutarse o de recursos que hay que restarle a la educación, a la salud o la ciencia.
Con el aumento de deuda que seguramente ocurrirá para que el gobierno funcione, pues sólo queda albergar la esperanza de que la política no jugará el rol protagónico negativo que suele aportar con decisiones que aumenten gastos, planillas y viáticos en el crucial momento que vivimos.
Trabajemos hacia la conciencia y la educación ciudadana sobre el buen manejo de la deuda en todas sus manifestaciones. Eso es también hacer patria.