Es la segunda vez que escribo en relación con Donald Trump. La primera vez que me aventuré a escribir sobre política hice un análisis de por qué Mr. Trump iba a perder las elecciones y el rechazo del pueblo estadounidense a sus postulados. ¡Trump ganó!
Como la vida es una carrera de consistencia, en esta oportunidad no voy a hacer juicios de valor ni análisis subjetivos, sino referirme a la dramática caída que ha tenido la reputación de los Estados Unidos (EU) ante el mundo en la era Trump, con base en data dura, además de algunos casos interesantes que expresan el rechazo a su estilo de hacer política.
Resulta particularmente alarmante que la percepción sobre Estados Unidos de los ocho países más industrializados del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia) y los países más grandes de América Latina haya caído casi cinco puntos entre mediados de 2016 y 2017, según el indicador Country RepTrak, pero más alarmante es que algunos indicadores muy relevantes estén en caída libre. Uno de esos indicadores es Entorno Institucional y Político, que recibió pésimas calificaciones con caídas de 21% y 22% en el G8 y América Latina, respectivamente. La percepción mundial es que Trump representa un profundo retroceso para la instituciones norteamericanas. Otros indicadores que han caído notablemente son Uso Eficiente de los Recursos, Respeto Internacional, Ética y Transparencia y Bienestar Social.
Es lamentable ver cómo una persona puede destruir en tan poco tiempo la reputación y admiración que puede tener la comunidad internacional sobre un país, pero peor aún, perder el respeto de sus propios ciudadanos.
En este sentido, quiero conectar estos datos con hechos concretos que reflejan mi apreciación anterior. Reconocidas empresas y marcas han reaccionado contra la política migratoria y ambiental de Trump.
Nike, Apple, Starbucks, Tesla, entre otras, han alzado su voz contra el señor presidente, pero esta semana la reacción de los deportistas profesionales desató una guerra que será difícil de revertir.
Han pasado muchas cosas desde aquel día en 2016, cuando Colin Kaepernick, entonces mariscal de campo de los San Francisco 49ers de la NFL, se hincó de rodillas en el suelo en vez de ponerse de pie durante el himno nacional de los Estados Unidos, en rechazo a la discriminación explícita del entonces candidato Trump que le respondió al deportista diciendo: “tal vez debería buscarse un país que se adapte mejor a él”.
Hoy las cosas son distintas. Durante uno de los mítines de esta semana Trump calificó de forma muy grosera a los jugadores de la liga de Fútbol Profesional de Americano, que en el último año han seguido el ejemplo de Kaepernick y protestan contra el racismo durante el himno nacional.
En este escenario, numerosos jugadores que se habían mantenido al margen de la polémica se sumaron a la protesta, entrelazando sus brazos o quedándose en el vestuario durante el himno. A los jugadores se sumaron los propietarios que se unieron a los jugadores.
Además de todo, abandonó a Puerto Rico y su gente tras la devastación del huracán María.
Por eso insisto, es lamentable que una persona intente acabar con el honor y la dignidad de todo un pueblo, cuya tradición y valores superlativos serán sin duda mucho más fuertes que las miserias de un mal presidente transitorio, que será recordado como un error histórico.
El autor es consultor en comunicación estratégica
