Los secretos de mi arma

Los secretos de mi arma


La Diasp, investigados por tráfico de armas, retuvo mi arma por más de cuatro años. Al devolverla, le faltaban piezas y era claro que la habían usado.

Desde siempre me han gustado las armas. No por la violencia que aquello genera, ni mucho menos por la sensación de dispararle a unas personas, sino en términos de competencia. Incluso, la mayoría de las armas que he tenido han sido pistolas de aire, que he utilizado en varias competencias.

Lo mismo con las pistolas de fuego, aunque de esas he tenido muchas menos. Por eso estoy inscrito en la Federación Panameña de Tiro y por eso pago una anualidad en un polígono.

Hace unos años, sin embargo, decidí comprarme un arma de competencia. De marca Walther, calibre 22. Tiene varias características para mejorar la precisión y el agarre durante una competencia, entre otras cosas.

La compré en 2014 y cuando el producto importado llegó a Panamá comencé los trámites para que me dieran mi permiso de tenencia de arma. Fueron cuatro años de lucha, cuatro años terribles.

En esos 48 meses me tuvieron de aquí para allá, de allá para acá. Que si la tenían en la Dirección de Investigación Judicial (DIJ), que ahora estaba en la Dirección Institucional de Asuntos de Seguridad Pública (Diasp), que si regresó a la DIJ, que si llovió, que si pagué mi cuenta del agua, que si ganó el Barcelona.

Mil y una excusas para no entregarme el arma. Tuve que visitarlos casi 20 veces, y nada.

Llamé otras mil veces, y nadie me atendió.

Fueron tres años en eso, en los que incluso se me venció la garantía del arma. Alguien de la Federación Panameña de Tiro me contó que esos casos eran muy usuales, que se quedaban las armas por años y años y que lo que mejor podía hacer era acercarme a la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (Antai), ya que la presión de ellos muchas veces resolvía estos conflictos.

Así lo hice. Y en menos de un mes me llamaron de la Diasp para avisarme que la pistola ya estaba en sus oficinas, al igual que mi permiso de tenencia de armas. Que solo tenía que ir, y listo. Cuál fue mi sorpresa al llegar y ver mi arma nueva.

La madera estaba rayada, el aluminio también estaba rayado y golpeado, además. La hoja de alza, la mira trasera, estaba rota.

Para colmo, me la entregaron sin el cargador (proveedor, magazine). Todo esto me hacía sospechar que durante el tiempo de evaluación, o de no sé qué, en el que tuvieron mi arma en realidad la estaban utilizando.

Comencé entonces a pedir que me devolvieran mi cargador.

Que si tenía que hablar con no sé quién, que el encargado estaba de vacaciones, entre otras tantas excusas.

Después de otros varios meses en ese asunto, y cuando ya estaba pronto para volver a acudir a la Antai, por fin me llamaron que ya estaba listo mi cargador.

Pero oh, sorpresa, el que me dieron si bien era de la marca Walther, no era de mi arma. Por mi salud mental y la falta de ganas de volver a desperdiciar tiempo en trámites estériles, decidí quedarme con ese cargador, ya que si bien era otro modelo, se ajustaba a mi arma.

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