La seguridad alimentaria para todos es una piedra angular de la agenda 2030 de las Naciones Unidas, que reconoce que el desarrollo sostenible solo se puede alcanzar si se erradican el hambre y todas las formas de malnutrición, como indica el segundo objetivo de desarrollo sostenible (ODS).
Sin embargo, la comunidad internacional debe ser consciente de que la seguridad alimentaria no solo significa que se produzca suficiente comida y que todo el mundo tenga acceso a ella. También es fundamental que toda esa comida sea inocua para el consumo. Esto es, no hay seguridad alimentaria sin inocuidad alimentaria. Según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades transmitidas por los alimentos afectan a 600 millones de personas y causan más de 420 mil muertes cada año en el mundo.
La comida contaminada obstaculiza el desarrollo socioeconómico, supone una carga innecesaria para los sistemas sanitarios y daña la economía, el comercio y el turismo de los países.
El impacto de los alimentos nocivos cuesta a las economías de ingresos bajos y medianos alrededor de $95 mil millones anuales en pérdida de productividad. La creciente globalización de la cadena alimentaria supone que los riesgos de la comida insalubre pueden pasar rápidamente de ser un problema local a una emergencia internacional, exponiendo a la población mundial a graves amenazas. Por eso es absolutamente fundamental que los países inviertan en inocuidad alimentaria.
Las autoridades de todo el mundo deben estar atentas, compartir información y recursos, y encontrar formas para asegurar que todas las partes implicadas contribuyen a lograr resultados positivos.
El impacto del cambio climático también socava la inocuidad de los alimentos. Por ejemplo, el riesgo de las aflatoxinas (un carcinógeno genotóxico que se encuentra en alimentos básicos en zonas tropicales donde las tasas de hambre tienden a ser altas) se propagará a medida que las temperaturas suban y los patrones de lluvia cambien. Mitigar este riesgo es crucial, especialmente para las comunidades rurales más vulnerables. La inocuidad alimentaria requiere un enfoque participativo. Desde la producción al consumo, salvaguardar nuestros alimentos es una responsabilidad compartida y todos debemos poner de nuestra parte.
El autor es director general de la FAO