Nuevos billetes que restan cinco ceros al bolívar entraron en vigencia ayer en Venezuela, primera medida de un cuestionado plan de reformas del presidente Nicolás Maduro ante una devastadora crisis que forzó a millones a abandonar el país.
Caracas amaneció paralizada, en un día declarado feriado por Maduro para la adecuación de las plataformas bancarias.
La mayoría de los comercios permanecen cerrados. Sin embargo, después de haber estado suspendidas por más de 12 horas, las transacciones electrónicas se han reanudado paulatinamente en los pocos establecimientos abiertos: farmacias, panaderías y pequeños puestos de comida.
Los cajeros automáticos, a la vez, comienzan a dispensar los nacientes billetes.
Todos estamos en lo mismo. Esperando a ver qué va a suceder, dijo María Sánchez, comerciante de 39 años, tras hacer un retiro.
En los días previos, en medio de incertidumbre, hubo en Caracas y otras ciudades compras nerviosas hasta donde aguantó el bolsillo -golpeado por una hiperinflación proyectada en un millón por ciento para 2018 por el Fondo Monetario Internacional (FMI)- y largas filas en gasolineras ante un anunciado aumento de los precios.
Maduro sostiene que los nuevos billetes serán el punto de partida para un gran cambio. La mayor denominación es de 500 bolívares (unos siete dólares en el mercado negro de divisas).
Sin embargo, especialistas consideran inviable el programa, que incluye un aumento del salario mínimo de más de 3,400% desde el 1 de septiembre, un nuevo sistema cambiario que empezaría con una macrodevaluación y alzas del combustible y los impuestos.
Maduro anunció que el gobierno asumirá por 90 días el diferencial del aumento salarial en pequeñas y medianas empresas.
“Es una cosa de locos”, comentó Henkel García, director de la consultora Econométrica, al considerar que el reajuste de sueldos implicará un abrupto aumento de la masa monetaria, raíz de la hiperinflación.
Con una industria petrolera en picada y sin financiamiento internacional, el acceso a recursos frescos es complicado.