La Unión Europea presentó una ambiciosa iniciativa climática para transformar cada rincón de su economía, y se prepara para años de duras negociaciones para convertirla en realidad.
Todas las industrias se verán obligadas a acelerar su alejamiento de los combustibles fósiles con el objetivo de reducir la contaminación para 2030 en al menos 55% con respecto a los niveles de 1990.
Para lograrlo, el bloque incorporará nuevas industrias, como la del transporte marítimo, a lo que ya es el mercado de carbono más grande del mundo; prohibirá los automóviles nuevos con motor de combustión para 2035; impondrá nuevos costos a la calefacción doméstica sucia; y exigirá a la industria de la aviación emitir menos y pagar más.
El bloque busca posicionarse como un líder mundial en el aspecto climático, sin perjudicar su propia industria, por lo que también estableció un plan para gravar importaciones como el acero y el aluminio de países con reglas ambientales más permisivas. Con esto, corre el riesgo de avivar tensiones comerciales, ya que la UE tiene en la mira a Rusia, China y Estados Unidos.
Ya hay señales de descontento, tanto de miembros de la UE como de la industria.
“Nada de lo que presentamos hoy va a ser fácil. Va a ser tremendamente difícil”, dijo el vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans. Pero señaló que la “amenaza existencial que es la crisis climática” requería medidas radicales.
