La creatividad es hoy más que nunca un activo que genera un valor económico concreto y ofrece un potencial incuantificable para el desarrollo de los negocios.
La historia de J.K Rowling, por ejemplo, nos habla del poder de la creatividad. Rowling pasó de ser una dependiente de la Seguridad Social de su país a una de las mujeres con mayor fortuna del Reino Unido.
Todo gracias a un mago que ella tenía en su cabeza y que cobró forma con el nombre de Harry Potter. Como esta reconocida escritora, son muchas las historias que nos recuerdan el poder de la creatividad.
Pero el gran referente de esta realidad es Walt Disney. Ideas simples crearon un imperio de entretenimiento y un gran negocio. El valor fundamental en este mundo de fantasía es naturalmente la creatividad, y tal como lo plantea Disney en su manifiesto, la creatividad es lo que guía el camino.
Disney dividió el proceso de desarrollo creativo en tres fases claramente identificadas y con alcances muy particulares: la primera fase la denominó la del soñador, es un espacio de pensamiento sin límites para inventar e imaginar todo que uno quiera, sin barreras, aunque parezca imposible.
La segunda fase del proceso creativo la denominó la fase realista, y debe contestar a la pregunta ¿cómo podemos llegar allí?
En esta fase se analizan las ideas que han surgido de la etapa anterior y permite aterrizar los sueños a través de preguntas como: ¿Se puede hacer? ¿Qué pasos hay que seguir? ¿Con qué recursos contamos para ello? Se pasa de una idea a un propósito.
Por último, y una vez superada la fase realista se llega a la fase crítica. Aquí se reta la idea para validar su factibilidad y éxito. Responde a las preguntas: ¿Se puede llegar? ¿Es suficientemente buena? Esta fase permite identificar la hoja de ruta, viabilidad y posibles barreras para lograrla. La clave es que cada una de las fases esté separada una de la otra, pues una idea poderosa, pero disruptiva puede ser destruida en segundos por un crítico y normalmente en las ideas que parecen menos reales es donde está la gran oportunidad.
Robert Dilts, un experto en creatividad, sostiene que un sueño sin la fase realista o crítica no se podría hacer real, pero estas dos necesitan desarrollar una idea. Según Dilts, en nuestra cultura faltan soñadores, nos educan y preparan para ser realistas o críticos, pero faltan ideas, personas con imaginación.
Todo este proceso de desarrollo creativo es llamado en Disney Imagineering, una palabra que integra dos grandes conceptos: imaginación e ingeniería. Imagineering puede ser entendido como la ingeniería de la imaginación que combina la idea soñadora con el pensamiento racional y realista.
Líderes empresariales de nuestra era como Richard Branson también han adoptado la creatividad como motor de sus negocios. Branson plantea que la creatividad o pensar de manera diferente, “como nos gusta decir dentro de Virgin Group”, ha movido a la empresa de los negocios de pedidos por correo a los viajes espaciales. Si no hubiéramos abrazado ideas creativas, probablemente habríamos terminado en la quiebra cuando Apple inventó el Ipod y cambió la industria musical.
La creatividad es la clave del éxito de todas las industrias. La gastronomía, la banca, la moda, el retail, consumo masivo, etc; solo podrán sobrevivir con un permanente ejercicio creativo o morirán inevitablemente consumidas por el poder de las nuevas ideas.
El autor es consultor en comunicación estratégica