En la tarde del 12 de junio de 2017, el entonces presidente Juan Carlos Varela sorprendió a todos con un mensaje a la Nación: Panamá establecía relaciones diplomáticas con la República Popular China y rompía sus históricos lazos con Taiwán. Al suscribirse al principio de “una sola China”, el Estado panameño reconocía al gobierno liderado por Xi Jinping como el único legítimo que representa a toda China y a Taiwán como parte inalienable de su territorio.
Oficialmente el aniversario de este acontecimiento se cumple hoy 13 de junio, ya que el comunicado conjunto de las nuevas relaciones fue firmado por las dos cancillerías -Isabel de Saint Malo de Alvarado y Wang Yi- en Beijing, con una diferencia horaria con Panamá de 13 horas.
Al cumplirse cuatro años de ese giro de timón que sumó a Panamá al grupo mayoritario de los 174 países del mundo que en ese momento reconocían una sola China, el actual embajador de ese país en Panamá, Wei Qiang, destaca tres hitos en este período: las visitas oficiales de los mandatarios de los dos países (la de Varela a China en noviembre de 2017 y la de Xi en 2018); el incremento de la cooperación económica, al convertirse China a partir de 2019 en el principal socio comercial del país; y la cooperación en la lucha contra la pandemia de la Covid-19 y en materia cultural.
En una conversación con este diario, Wei Qiang explica que si bien la relación con la administración de Laurentino Cortizo, a partir de julio de 2019, ha estado signada por la pandemia, lo más importante es que los cimientos de la relación de los dos países permanecen intactos bajo el concepto de “respeto, soberanía, integridad territorial y apego al principio de mutuo beneficio”. Panamá es, a su juicio, un socio natural de China.
La presencia china en Panamá, sin embargo, es de vieja data. El pasado 30 de marzo la Asociación China de Panamá celebró los 167 años de la llegada en 1854 de los primeros inmigrantes de ese país en el barco Sea Witch para los trabajos del ferrocarril transístmico.
Se calcula que la comunidad china en el país es de unos 280 mil personas, muchos de ellos dedicados al comercio al por menor. Ese impacto ha sido tal, relata el embajador, que en broma y en serio se dice que no hay nada más típico de Panamá que un “desayuno chino’, que fundamentalmente es comida cantonesa.
Negocios a gran escala
Un sinnúmero de empresas insignias del gigante asiático operan en el istmo. Por ejemplo, un consorcio integrado por China Comunications Construction Company LTD y China Harbour Engineering Company (Chec) se adjudicó en 2018 la construcción del cuarto puente sobre el Canal de Panamá, un proyecto de más de mil 400 millones de dólares que luego fue rediseñado por la administración de Cortizo.
Entre las principales empresas de la segunda economía mundial con operaciones en Panamá figuran Cosco Shipping Lines, Bank of China y China Construction America (CCA), encargada del centro de convenciones de Amador, a un costo de $200 millones.
Chec también forma parte del consorcio que construye la terminal de cruceros de Amador, que en mayo pasado logró una adenda que fija el monto total de su contrato con el Estado en 206.7 millones de dólares.
En materia de cultura y educación, unos 5 mil panameños han visitado el país asiático a través del otorgamiento de becas o financiación de seminarios de corta duración.
Pero en buena parte de occidente, particularmente Estados Unidos y la Unión Europea, China es vista con recelo y se multiplican las acusaciones de falta de transparencia en el manejo de la pandemia por parte del gobierno chino o las violaciones de los derechos humanos.
Ante estas críticas, el embajador plantea que ninguno de los señalamientos se basa en evidencia científica, sino más bien en una actitud hostil hacia su país que buscarían, a su juicio, debilitar la posición de China en el mundo.
Por esa razón, dice, se justifica la reciente ley aprobada en su país que niega visados, impide entrada y permite incautar propiedades de personas y empresas que se adhieran a las sanciones extranjeras contra empresas u oficiales chinos.
“Por supuesto, China, como nación digna que es, tiene que defenderse, tiene que adoptar medidas para contrarrestar esos ataques. (…) China no desató esta guerra comercial o este intento de nueva guerra fría”, concluye.