La mayoría de personas siempre pensamos que la forma más fácil de comprar algo o atender una situación económica es endeudándonos, pero ¿por qué no plantearnos ahorrar? Para esto se requiere esfuerzo y disciplina. Lo positivo es que estos ahorros bien invertidos nos permiten estar preparados para situaciones inesperadas. El punto de partida es tener claro un presupuesto; es decir, el detalle de gastos que debemos atender cada mes, desde lo más básico y de carácter fijo y recurrente.
Si tengo claro que mi objetivo es ahorrar, debo plantearme dentro de mi presupuesto tres gastos fijos: el monto mensual que voy a ahorrar, otro es el monto o prima a pagar de un seguro de salud y un tercero, si tenemos familia, es la prima de un seguro de vida. Si bien, pagar primas de seguro parece un gasto que no se recupera, si no se dan los eventos que están cubriendo, es justamente esa protección la que buscamos tener, en caso de una enfermedad o para no dejar sin respaldo económico a la familia.
Respecto al ahorro, es importante entender que no hay monto pequeño para comenzar a ahorrar. La sumatoria de esos pequeños ahorros mensuales, son los que formarán ese capital inicial, que para incrementarse debe ser invertido.
El ahorro e inversión es un proceso que puede tener diferentes etapas. La primera podría ser ahorrar para tener como inversión una casa propia y un fondo de contingencia para emergencias. Una segunda etapa podría ser ampliar el fondo de contingencias para el pago de la educación, y una tercera, ampliar esos ahorros mediante un portafolio de inversiones para la jubilación.
Los productos de ahorro bancarios suelen ser los más seguros y también los que menos rentabilidad ofrecen, pero esto no los exime de riesgo, puesto que por más que la banca es una actividad muy regulada, hay diferencias de clasificación de riesgo entre los bancos, que hacen a algunos más seguros que otros. Este tipo de inversión es recomendable para alguien que necesita el flujo mensual de pago de intereses para mantenerse.
Los productos de inversión en deuda que pagan una renta fija periódica, como los bonos corporativos, son una alternativa interesante porque suelen pagar más intereses que una cuenta a plazo, pero son instrumentos que normalmente se emiten a más de un año, usualmente 5 o más, y si bien el pago de intereses periódico o cupón del bono es fijo, el precio del bono varía.
Por último, las inversiones de renta variable, en los que las más conocidas son las acciones de empresas que cotizan en bolsas públicas, son las que ofrecen más riesgo dado que su precio varía según le vaya bien o mal a las utilidades de la empresa, las condiciones de la economía en las que opera y la volatilidad de los mercados de capitales mundiales. Ese mayor riesgo se paga en el largo plazo con mayor rentabilidad.