La reactivación económica de América Latina no está reflejándose suficientemente en los mercados de trabajo, ya que no genera ni la cantidad ni la calidad de los empleos que se requieren para hacer frente a las secuelas de la crisis socioeconómica causada por la pandemia Covid-19. El panorama laboral no es alentador y plantea un desafío de grandes magnitudes.
Cuando la crisis arreciaba en la región en el segundo trimestre de 2020 se destruyeron alrededor de 43 millones de empleos. Aunque desde entonces se han recuperado gran cantidad de puestos de trabajo, aún estamos lejos de volver a los niveles que teníamos antes de la pandemia.
La débil recuperación del empleo implicó que en el primer semestre de 2021 la tasa de desocupación promedio de la región se mantuviera elevada, en 11%. En términos absolutos, significa que alrededor de 32 millones de personas están buscando trabajo activamente sin conseguirlo.
Pero además alrededor de 70% de los empleos creados en los últimos meses en un grupo de países latinoamericanos, son en condiciones de informalidad. Este es un dato preocupante porque en muchos casos implica ocupaciones con bajos ingresos, sin protección social ni derechos.
La informalidad es un problema endémico en América Latina. Antes de la pandemia, en promedio 1 de cada 2 empleos era informal en la región. Cuando llegó la crisis, las ocupaciones informales fueron las más afectadas por la destrucción de empleos y la abrupta pérdida de ingresos.
Es cierto que el virus no discrimina en el contagio, pero en nuestras sociedades fragmentadas el acceso a servicios sociales, a infraestructura tecnológica y a condiciones de trabajo dignas marcan la diferencia llegado el momento de protegerse contra los impactos económicos de una crisis. De hecho, al iniciarse los largos periodos de confinamiento, el teletrabajo y la digitalización contribuyeron para la continuidad de negocios y preservación de millones de empleos. Se estima que unas 23 millones de personas transitaron hacia el teletrabajo en la región. En algunos países, cerca de 30% de los asalariados pasaron al teletrabajo. Sin embargo, esta opción estuvo disponible predominantemente para trabajadores asalariados formales, de alto nivel educativo y con acceso a tecnologías.Las mujeres, los jóvenes, los migrantes y las personas de menores calificaciones han sido desproporcionadamente afectados por la contracción del empleo y los ingresos.