El 2021 es un año crucial para la lucha contra el cambio climático, por lo que todas las organizaciones tienen un rol clave que cumplir. Dickon Pinner, Socio Senior y Líder de la Práctica de Sostenibilidad de McKinsey & Company, señala que en este periodo se determinará si el mundo logra o no las metas de emisiones del Acuerdo de Paris del 2015 para mantener el calentamiento global a un máximo de entre 1.5°C y 2°C sobre niveles preindustriales. La urgencia de combatir el cambio climático se destaca en el reporte más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que estipula que bajo el escenario más optimista, la temperatura de la superficie global seguirá incrementando hasta el año 2050.
Aunque ha habido avances en la incorporación y priorización de la sostenibilidad, las organizaciones deben ser aún más ambiciosas. El compendio de cambio climático de McKinsey, publicado en el 2020 en el marco de la pandemia, identifica 6 prioridades:
1. Priorizar una recuperación de Covid-19 verde: La transición al “nuevo normal” ofrece una oportunidad para anteponer la resiliencia organizacional, ya que la pandemia podría presagiar el comportamiento de una crisis climática. Adicionalmente, las investigaciones de McKinsey demuestran que una recuperación de bajo carbono podría no solo reducir emisiones, sino también crear más empleos y crecimiento económico.
2. Asignar y reasignar capital: La asignación de capital es indispensable para una recuperación verde. El mundo financiero se está movilizando para que el costo de capital para inversiones sostenibles sea más bajo.
3. Adaptarse al riesgo físico existente: Peligros agudos como olas de calor e inundaciones ya están incrementando en frecuencia y gravedad y peligros crónicos como sequías y elevaciones del nivel del mar se siguen intensificando. Además, el impacto socioeconómico del cambio climático ya se puede dimensionar en al menos 5 categorías, de acuerdo al McKinsey Global Institute: estilo de vivir y trabajar, sistemas de alimentos, activos físicos, servicios de infraestructura y capital natural.
4. Acelerar la descarbonización: La industria de producción de energía ya se encontraba en una transformación global antes de la pandemia con las reducciones de costos de energía renovable. Según el reporte del 2021 de McKinsey y el Hydrogen Council “Hydrogen Insights: Una perspectiva sobre la inversión en hidrógeno, desarrollo del mercado y costo de competitividad,” los costos de renovables podrían ser 15% más bajos en el 2030 que lo estimado en el 2020.
5. Proteger el capital natural: La actividad humana disminuye el valor generado por el capital natural. Por ejemplo, la deforestación es responsable por el 14% de emisiones de carbono globales. Las investigaciones de McKinsey sugieren que duplicar la conservación de la naturaleza al 2030 podría tener un impacto importante en el medio ambiente y la economía, reduciendo CO2 atmosférica por 0.9 gigatons anualmente y trayendo una variedad de beneficios climáticos, económicos, culturales y de salud.
7. Transformar las compañías a escala: Se requiere un abordaje sistemático y exhaustivo para buscar la resiliencia y sostenibilidad a escala. Dickon Pinner provee algunos ejemplos de acciones: buscar cadenas de suministro más cortas, ofrecer videoconferencias en lugar de viajes de negocio y digitalizar las ventas y mercadeo, entre otras.
¿Qué significa esto para Centroamérica? El Centro Internacional para la Agricultura Tropical indica que el sector agricultor de Centroamérica es uno de los más vulnerables al cambio climático. En el Corredor Seco, que abarca partes de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, aproximadamente 10 millones de personas enfrentan periodos largos de sequía, desestabilizando los sistemas de alimento de los que depende la región. Entre los impactos principales del cambio climático en Panamá enlistados por el Consejo Nacional de Agua, se destaca la irregularidad de la precipitación, llevando a eventos extremos de lluvia que producen inundaciones o a sequías. Estas irregularidades causan impactos económicos fuertes en los distintos sectores productivos del país, convirtiéndose en un impedimento para el crecimiento socioeconómico inclusivo.
La magnitud de la crisis climática requiere acción rápida, colaborativa y fuerte entre países y organizaciones. Para regiones como Centroamérica, las consecuencias de no abordar la crisis de esta manera serán significativas. Cada organización puede ayudar a construir un mundo más equitativo, resiliente y sostenible al priorizar una recuperación pos-pandemia verde.