Y esto de particular no debería extrañar mucho, ya que así ha sido lo usual, en casi todas las naciones existentes en el mundo.
La economía que existía aquí en el siglo XIX —si acaso se puede llamar así— cuando fue captada una de nuestras tomas de hoy nos permite vislumbrar, a juzgar por las viviendas y los personajes, los contrastes económicos existentes.
Pero además, la agricultura era muy pobre y estaba caracterizada más que todo por lo que suele llamarse "de subsistencia".
Industrias, no existían, a no ser que hacer velas de sebo y unos pocos rubros más pudiera dársele alguna importancia.
Las chimeneas brillaban por su ausencia y eran aún muy nuevas para ser conocidas en estas pobres tierras. El comercio, hoy no es mejor, estaba en su casi totalidad en manos extranjeras. La pesca, sobre todo de perlas, algo aportaba.
Hasta pedir dinero prestado era asunto que no conducía a nada.
Los muelles y las aduanas menos productivas no podían ser. El turismo, ni hablar.
Durante mucho tiempo, por aquí lo que más pasaban fueron primero los piratas y después los aventureros (con la fiebre de oro de California y el caso de Morgan y colegas).
Pero también los trabajadores (ejemplo: de las obras del Ferrocarril y del Canal años más tarde), eran contratados casi todos en el exterior y sus dineros en su mayoría, retornaban por una u otra razón y casi en su totalidad a los fondos originales, o sea por medio de las compras en los comisariatos, es decir que volvían casi todos a la Compañía del Canal.
Si es verdad que la foto fue tomada en Taboga —como pensamos— tenemos que recordar que hubo épocas en que el movimiento de barcos, de pasajeros, de toma de combustible (el carbón), de hoteles, hacían que la ex Isla de las Flores, tuviese en ciertos momentos un desarrollo económico, más floreciente que el de la ciudad capital o del resto de la también paupérrima nación.
Apartándonos ahora de la pobreza o el contraste de viviendas de la primera fotografía, veamos lo que representa la segunda fotografía.
La presencia de una religiosa y sobre todo por la presencia de la corneta que era como llamaban a la prenda que lleva sobre su cabeza, nos indica que los niños que se ven estaban bajo la protección de la comunidad de los pobres de San Vicente de Paúl, que desde entonces y aún hoy, atienden escuelas, asilos, y en esos tiempos, además hospitales.
Los alumnos que aquí se ven, esperando turno, para poder tener la dicha y la gloria de montar aun cuando fuera por dos minutos en una costosa bicicleta, son familiares de los empleados franceses del Canal, muchos de los cuales habían fallecido a causa de las graves enfermedades que los solían azotar.
¿Habrá mejorado la situación económica de la mayoría de los habitantes de Panamá? Para unos pocos sí. Mas son las mayorías las que no están para nada bien.
Ojalá que con el tiempo, en el futuro, el afán de excesivo lucro de algunos —que no los satisface ni nada ni nadie— disminuya para que todos (¿será posible?), tengamos derecho a una verdadera felicidad y mejor aún, tranquilidad física, emocional y mental.