Al llegar a Yaviza, la calma es escalofriante. La gente camina con lentitud y descalza, entre el agua, como si hubiese algún lugar a donde ir. Las calles se convirtieron en canales: como el poblado se encuentra entre dos ríos, el agua avanzó por todos lados.
Los vecinos se agrupan y charlan de lo que pasó. Pero sobre todo discuten de lo que viene. Porque si hay algo aquí en lo que todos concuerdan, es que lo peor es el futuro.
"Aunque el agua todavía sigue subiendo, va a bajar. Y entonces llegarán los problemas. El cólera y el hambre", explica Macilda Mesías, hasta las rodillas en el agua, mientras sus hijos disfrutan de la novedad y nadan en lo que antes era la sala. "El río crece de a poco. Yo saqué todo a tiempo y lo pude guardar en una casa más alta", explica.
Macilda tiene 30 años y vive con sus padres y sus dos hijos. El presupuesto para los cinco es de 90 dólares mensuales que ella cobra como pensión por ser sostén de familia. "Y mi mamá sembraba plátano pero ahora se arruinó todo, la cosecha del pueblo entero. ¿Qué cómo seguimos? No sé, estoy asustada".
Muchos de los que están aquí decidieron evitar la evacuación. Se las arreglan entre el agua, en pequeños espacios secos, solo para no abandonar lo único que les pertenece. "Irse es perderlo todo", dice un hombre de más de 60 años de edad que mira el río con los ojos rojos.
Pero cuando este hombre dice lo que dice, no piensa en las mismas cosas que pensaría usted en su situación. Nada de televisores o DVD, nada de freezers o computadoras. "La ropa, los platos, las sábanas, el colchón", explica.
En otra casa que está al borde del río pero elevada, un grupo de vecinos discute sobre qué agua beber. "Los galoncitos estos que nos traen no nos alcanzan para nada. Y de la bomba ya no se puede tomar porque hacia allí está yendo el agua que sale del cementerio. Y nadie quiere tomar agua de muerto", dice uno de ellos. "¿Eres de La Prensa? Pues di en Panamá que necesitamos ayuda. Aquí todos vivimos de la tierra y ahora se arruinó. Los tallos de plátano están amarillos, ñame no se puede sembrar por la peste. Hasta mayo vamos a estar con los brazos cruzados y recién ahí podremos comenzar de nuevo. En el 2006 vamos a volver a ver un real", dice un señor de apellido Arrocha -"pero las farmacias no son mías"- que desconfía de la visita del presidente quien estuvo en Yaviza por la mañana y prometió ayuda en el corto plazo y luego tomar decisiones consensuadas con la comunidad. "Después se olvidan de nosotros. Vienen, anuncian y al final no pasa nada. Como con los créditos agropecuarios. Uno se gasta 30 dólares en papeles y nunca salen".