El país que invadió Irak a sangre y fuego buscando un arsenal químico se niega a retirar las bombas que contaminan San José. Es extraño: en medio de la promocionada guerra contra el terrorismo que encabeza George Bush, Estados Unidos decide abandonar armas de destrucción masiva, sin custodia, a 5000 kilómetros de sus costas.
La herencia
Durante los casi 100 años que duró su presencia en Panamá, Estados Unidos participó de dos guerras mundiales, batalló en Japón, Corea, Vietnam, Irak y protagonizó muchos otros conflictos de baja intensidad.
A lo largo de este tiempo, su industria bélica desarrolló diferentes generaciones de armas. Muchas de ellas fueron probadas en Panamá. Había tres polígonos: Emperador, Balboa Oeste y Piña. Allí se hicieron pruebas con armas convencionales pero también con sustancias químicas y hasta se habría probado uranio empobrecido. Y esto que debería ser sólo historia antigua, en Panamá, es una realidad.
El pasado 16 de marzo, La Prensa denunció el hallazgo de 14 bombas convencionales que fueron descubiertas por obreros mientras intentaban abrir el frustrado camino hacia el puente Centenario.
En la isla San José de Las Perlas, la historia es diferente. Fueron sólo dos años de pruebas, en los 40, pero con armas químicas. En el 2000 se encontraron municiones sin detonar, es decir, bombas vivas. La Organización Para la Erradicación de las Armas Químicas -OPAQ- verificó el hallazgo: en San José la contaminación química está comprobada.
Negociaciones
Algunos analistas señalan la existencia de una suerte de consenso tácito entre los dirigentes locales, según el cual sería preferible avanzar en otros terrenos, como el Tratado de Libre Comercio, postergando los reclamos sanitarios para mejores días, es decir, cuando el interlocutor se decida a dialogar. La lógica sería la siguiente: ¿para que poner en riesgo las relaciones con un socio histórico de Panamá, amplificando un conflicto al que la otra parte no quiere dar respuesta? Este razonamiento, en principio, es el resultado del análisis de los últimos cinco años de negociaciones alrededor del caso.
Ni bien llegó al poder Mireya Moscoso, su administración fue a fondo en cuanto a los reclamos. Tanto por los polígonos como por la isla San José (ver recuadro). A pesar de que pudieron determinar oficialmente la existencia de municiones sin detonar, en ningún momento lograron sacarle un acuerdo de limpieza al Gigante del Norte. Hubo discusiones calientes y en varios momentos las reuniones se volvieron tensas. Hasta algunos funcionarios panameños, que prefieren no identificarse, dicen haber sido amenazados con la suspensión de sus visas si no bajaban el nivel de confrontación.
Las ofertas.
Estados Unidos siempre ha estado dispuesto al diálogo, aunque sin aceptar sus responsabilidades. Sobre todo, no se disponen a hacerlo por una razón: no quieren sentar un precedente. Son muchos los países del mundo que le reclaman lo mismo. Por eso, sus funcionarios siguen buscando opciones de solución que no los obliguen a remover los explosivos. A Panamá, hasta el momento, le ofrecieron dos cosas.
1- Equipo para "contener y controlar" el ingreso de civiles a las zonas contaminadas. Es decir, si la gente no entra, no hay peligro. Si no hay peligro, no hay muerte. Si no hay muerte, no hay problema. Por eso ofreció cámaras, motos, sensores y todo tipo de sistemas de comunicación que le permitieran a los panameños llevar un control estricto de las zonas minadas.
2- Para San José, la propuesta consistía en entrenar a un equipo de seis panameños para que sean ellos los que remuevan las bombas existentes. Además del entrenamiento y los equipos necesarios ofrecían tres millones de dólares. Pero si aparecían más bombas de las ya conocidas no se hacían responsables y obligaban a Panamá a firmar una especie de "finiquito".
La administración Moscoso se negó a aceptar ambas propuestas y, siguiendo el Convenio General de Arbitraje Interamericano de 1928 -aún vigente-, Panamá analizó la posibilidad de llevar el caso San José ante un tribunal internacional. Sin embargo, Panamá jamás puso en práctica esta opción. A pesar de que hubo panameños muertos por el contacto con los explosivos -extraoficialmente se habla de más de 30- las autoridades prefirieron volcar sus fuerzas hacia el TLC.
Patria Nueva
En los casi 10 años que Martín Torrijos lleva en la arena política, jamás se le ha escuchado una declaración sobre un tema tan sensible para Panamá. Y el Team Martín sólo respondió luego de las palabras de Rumsfeld y luego de consultas periodísticas. En principio, la situación no es fácil. La Cancillería panameña debe mantener un frágil equilibrio entre hacer valer los derechos del país y la salud de las relaciones con Estados Unidos. El canciller Samuel Lewis Navarro dice que esta es una materia pendiente de los gobiernos panameños. ¿Se puede negociar si la otra parte no quiere hacerlo? ¿Estará dispuesto el Gobierno de Panamá a tener conversaciones conflictivas con Estados Unidos? Quién sabe. La administración Torrijos, por ahora, tiene el tiempo a su favor.
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