Hay veces que el pasado regresa al cuerpo y la historia revive como si el tiempo no fuese más que un invento insano.
El último viernes, por la noche, se vivió eso mismo: un viaje colectivo que recuperó los viejos días, los felices, cuando Panamá era el corazón boxístico del universo y la gente estaba pendiente de las peleas porque seguir a esos grandes combatientes era una forma de participar de la historia nacional. Bueno, señores, esos días no han terminado.
La noche
"Cuando hay un título del mundo en juego, aquí todo el mundo sale del hueco". Así explica el coloso Pepermint Frazer la fascinación de los panameños por el boxeo mientras el público empieza a abarrotar la entrada del Figali Convention Center.
Son las 8:00 de la noche y las peleas de la cartilla ya están promediando. Acaba de empezar el combate entre el chiricano Roynet Caballero y un colombiano noqueador que venía invicto. Frazer parece pensativo, mira el ring con nostalgia. "¿Tú quieres saber cómo se viven las horas previas a pelear por el título? Bueno, te digo que en este momento LaAraña debe tener un remolino en la cabeza. Pero cuando subes al ring todo se aclara y haces lo que sabes: pelear", explica el hombre que, como ayer Vásquez, también consiguió su título mundial en Panamá.
En la zona VIP la gente bebe sin apuro, pero sin pausa. Las chicas que anuncian los rounds se pasean por entre los hombres que sonríen y siempre dicen algo en voz baja. Desde la popular, en cambio, los chiflidos –a modo de piropo– son bien sonoros.
Y de repente el público estalla. El chiricano parece atacar sin cuartel a su rival que retrocede pero... pummm, saca un derechazo que explota en el rostro del panameño. Sin embargo, el chiricano sigue avanzando. "Son duros en Chiriquí, comen muchos frijoles", dice un joven que se asombra de la valentía del panameño que algunos rounds después terminará noqueando a lo grande, contra todos los pronósticos.
Los campeones
A medida que se acercaba la hora de la pelea, la tensión en el ambiente comenzaba a volverse insoportable. Los mozos no daban abasto para acercar las botellas y hasta había levantadores de apuestas manejando envidiables manojos de dinero.
En eso, se apagaron las luces y el promotor invitó a subir al ring a todos los ex campeones mundiales panameños.
Ante cada saludo se despertaba una ovación. Eusebio Pedroza levantó sus brazos con timidez. Ismael Laguna, de esmoquin impecable, parecía un dandy de los años 40. Aun con su físico algo disminuido puede encontrarse en su mirada al hombre que forjó la leyenda. "El boxeo para Panamá es muy importante. Yo estoy muy contento de haberme reencontrando con viejos amigos. Esperemos que al muchacho nuestro le vaya bien esta noche", susurró Laguna.
Hilario Zapata estaba inquieto. Se le notaba. Se moría por tirar unos rounds, por volver a ser él el centro de la escena. "Dan ganas, dan ganas...", masculló. "Mira, te voy a decir algo. Si Beibis no logra noquear a LaAraña antes del quinto, en el noveno tenemos un nuevo campeón mundial Ya verás", dijo el ex campeón poco antes de mezclarse entre la multitud.
Y entonces, a lo lejos, LaAraña Vásquez comenzó su camino hacia el ring. Llegaba acompañado de dos mujeres vestidas para el infarto, con la foto de su padre erguida, como un estandarte. La pelea que hace años esperaba Panamá estaba por comenzar.
El nuevo campeón
LaAraña salió con todo. Aunque se había dicho que su plan de pelea era esperar al principio y apurar hacia el final, el panameño salió a matar o morir, confiado hasta la temeridad en sus fuerzas. En los descansos, Luis Spada –que tenía una banderita de Panamá en una mano y en la otra, un frasquito de vaselina– le decía que no fuera tan frontal, que boxeara. La pelea era adrenalínica. Y pareja. Hasta el mítico Pedroza se acercó hasta el rincón de La Araña en medio de la pelea pidiéndole que pegara abajo, que lo flateara. "A la cocina, a la cocina", se volvía loco el público durante una pelea que no dio lugar para la distracción. Hasta que llegó el décimo y la explosiva definición de Vásquez. La profecía de Zapata pareció cumplirse al pie de la letra.
Panamá logró un nuevo cetro mundial. Ya nadie habla de otra cosa. La cuna de los campeones sigue dando que hablar.