En los restaurantes no solo se llena el estómago, ahora también lo hace la vista. Y es que cada vez es más frecuente que los encargados de locales de expendio de comida o bebidas se preocupen por darle un valor añadido a sus espacios, con sendas muestras de arte.
Aquí un recorrido por algunas de esas propuestas, en la ciudad, que fusionan el arte y la gastronomía en un solo punto.
LOCAL CON CLASE
La casa 18, de la calle 74 San Francisco, fue convertida en Local, “una cafetería y restaurante”, según define su socio y propietario, Javier Chanis, aunque valdría la pena también ponerle galería.
Local fusiona varias secciones, como una terraza, un salón de coworking (espacio para trabajadores independientes), y también una ‘sin nombre’, dispuesta en forma rectangular, con amplios sofás donde se puede leer un libro tomándose un café o hasta echar una siesta mientras se espera a que la media naranja salga del tráfico vehicular para cenar.
Esa zona, que difiere por su piso de mayor altura que el resto de restaurante, tiene una pared donde cuelgan cuatro obras pictóricas de tamaño relevante. Son obras de la autoría de unos enamorados, una colombiana economista Alejandra Tabares, y un arquitecto español José Suanzes, quienes llevan ya su segunda muestra en Local de su colección “Estudio B12”.
A diferencia de las galería formales -explica Chanis, arquitecto de profesión- en Local se brinda oportunidad de exponer a personas que pintan por pasatiempo. “No se exige tener una trayectoria en el arte, más bien evalúo la propuesta y la paleta de colores empleada, para que entalle con el estilo de la madera, hierro pintado de negro, los cojines azul marino y el verdor de las plantas ornamentales”, dice Chanis sobre esa zona de confort que rellena una esquinera desde donde también se puede ver el pan saliendo del horno (porque Local también es panadería).
El cambio de pinturas en la pared-galería se da cada dos meses, “para renovar el ambiente”, advierte Chanis, que ya ni se preocupa por buscar nuevos talentos, porque son los mismos clientes frecuentes quienes van proponiendo a los conocidos para ocupar el espacio. En Local también se han efectuado ventas de los cuadros, una comisión es asignada al restaurante y el resto es para el pintor.
ARTE, CORAZÓN DE LA CASA
Casa Nolita, en el corregimiento de Bella Vista, es un ejemplo típico de la arquitectura de finales de la década de 1930, cuyos primeros propietarios fueron la familia Pacheco. Sus amplias habitaciones han sido acondicionadas -sin alterar el diseño original- para albergar una boutique de ropa vintage, otra para una tienda exclusiva de creaciones de diseñadores emergentes en joyería, un restaurante (La Sandwichería) y una galería de arte y sonido.
A pesar de todos los usos que tiene el denominado concept house -de planta baja y una alta con vegetación coqueta- e independientemente de la intención que tenga el usuario al entrar al sitio, la galería de arte y audio -llamado Estudio Nolita- opera como imán y “alma” del inmueble, atestigua Olga Rodríguez Santini, una de las socias.
La galería cuenta con la curaduría experta del mexicano Luis Guillermo González, quien trae los cuadros de artistas empecinados en invadir de colores vivos sus lienzos o canvas. En las paredes guindan con estética, rigor y buen gusto 26 obras de una colectiva conformada por Jesús Villalpando (Feng Chui), Roberto Morleghem Rogers, Satterrugly y Zadek. Si alguien osara evadir la visita a la habitación más accesible de la residencia -el Estudio Nolita-, igual quedaría embelesado con el mural que cubre las paredes del baño unisex, que fuera intervenido por el artista panameño Vladimir Barrios.
“Me parece muy gratificante ver esa apreciación que hay por el arte... Hay gente que regularmente tú no verías dentro de una galería, como sucede aquí”, dice regocijada Rodríguez Santini.
ARTISTAS PICANTES
En El Cangrejo, entrando por vía Argentina, hay desde hace un año un pequeño restaurante llamado La Pimienta Bistró, un sitio que reúne varias aficiones artísticas de los integrantes de una familia venezolana dueña del negocio.
El restaurante, que apela a la comida elaborada con altos estándares a costo asequible, inserta una galería al fondo del establecimiento.
Las luces tenues del bar contrastan con la luminosidad de la cabina de 6x6 metros, con techo negro y paredes blancas, que yace con obras –inaugurada en diciembre pasado– de una colectiva como trabajo final de estudiantes de pintura de Fundahrte, que lleva por título “Encuentros y exploraciones”. En el salón-galería también se exhiben esculturas de tamaño pequeño y ha tenido turno la ilustración y el arte con materiales reciclados (como las piñatas).
La galería integra una pequeña barra con un lavacopas, puesto que la madre de la familia -Isabel Pinto-, es sommelier y suele dictar clases o realizar catas de vino allí. El salón se convierte en un sitio didáctico. “Mucha gente que viene por un trago se impresiona con la galería, porque no se la esperan”, dice José Carlos Zavarse, artista plástico, asociado del negocio familiar, sobre la acción de los comensales de repasar con la mirada las obras de arte del sitio de forma voluntaria.
Antes de la muestra actual, “Encuentros y exploraciones”, la galería albergó una muestra de collage, en tiempos en que el proyecto de ley de educación de salud sexual y reproductiva estaba en efervescencia con voces a favor y en contra. La colectiva inspirada en vaginas llevó por nombre “Mi abuela no hablaba vagina”, en la que colaboraron 13 artistas locales, entre ellos: Gabriela Esplá, Kat Yurchenko, Ana Berta Carrizo, y el único varón participante fue el mismo Zavarse.
La exposición intentaba “ahondar en el mensaje de que la vagina no debería ser un tabú... Las vaginas son bellas”, defiende Savarse, quien hace las tareas de un curador para el lugar, en donde se venden también las piezas.
EL BAR
Tras dos años de funcionamiento en Casco Antiguo, Jerónimo Art Gallery, un restaurante y bar que ocupa sus paredes con obras pictóricas, esculturas o fotografías de gran formato, ha presentado ya 30 exposiciones.
En Jerónimo, como suele llamársele en el coloquio casqueño, cada detalle tiene un historia. Los muebles mayoritariamente son de madera antigua, incluyendo una gran puerta funcional (para convertir el lugar en dos secciones), que además deja ver su parte decorativa.
Por Jerónimo han pasado trabajos de autores provenientes de Costa Rica, Italia, España, Canadá, Venezuela, Argentina, Francia, Brasil y México.
Por el lado panameño han mostrado sus creaciones Milo Lockett (actualmente en exhibición), Víctor Tricar, Javier Gómez, Gabriella Saavedra, Vladimir Barrios, Jean Jacques Ribi, Federica Aiello Pini, Napoleón Graziani, Andrés Rodríguez Marín, Gabriela Batista y otros.
En octubre pasado fue sede del Fashion Photography, sirviendo como ventana de varios aficionados a las fotos y participantes del Mercedes Benz Fashion Week Panamá 2016, exhibición a la que también tuvieron acceso todos los visitantes de Jerónimo sin ningún costo.
Los comensales almuerzan, cenan o pasan sus noches siendo testigos del arte exhibido en este sitio.
EL CHEF
En el restaurante del chef estrella Michelín, Andrés Madrigal, si no se le encuentra físicamente al genio, al menos se le puede conocer a través de sus fotografías, que ocupan, cual hogar, todas las paredes de su negocio en Casco Antiguo.
Madrigal, aparte de cocinero es un apasionado de la fotografía.
En el inmueble también ocupan espacios relevantes fotos que le son obsequiadas con panoramas en su natal España, y otras instantáneas amplificadas que el mismo chef captura de su entorno en el histórico barrio istmeño. Así quienes disfrutan de la comida en Madrigal también pueden solicitar un tour para conocer el origen de las imágenes.
Otra inserción del arte ocurre en la planta alta del restaurante, donde hay una pantalla exclusiva para la proyección de cine mudo. Una película de Charles Chaplin puede digerirse visualmente de manera fácil mientras se desgusta un platillo.
SENSIBILIDAD
En la planta baja de Tántalo, que sirve como recepción dual al hotel y al restaurante, hay una galería que antecede a un muro de jardín vertical y que de forma continua es renovada.
Los cuadros de artistas tanto nacionales como internacionales entretienen a quienes ocupan la sala de espera, ya sea para desplazarse a una mesa o subir a una habitación. Cualquiera puede devorar con los ojos, en cuestión de minutos la colección artística colgada a modo de decoración y en secuencia, en la pared. Gladys Turner y Leslie Medina son las artistas estrellas que hasta hace poco mantenían sus creaciones en el sitio y a la vista de todos. Más de un cazador de arte solicita los contactos de los artistas para comprar y llevarse a casa las obras, dicen los encargados del sitio.