Siete personas, entre ellas seis empleados de la ONU en Somalia, murieron ayer en un ataque de los islamistas shebab contra un autobús en Garowe, capital de la región semiautónoma de Puntlandia, informó el portavoz del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia precisó en otro comunicado que cuatro de las personas fallecidas trabajaban para ellos. Otros cuatro empleados de Unicef, heridos, están en “estado crítico”.
La agencia de la ONU los evacuó. El jefe de la policía local, Ahmed Abdulahi Samatar, explicó anteriormente que cuatro extranjeros y dos somalíes habían perdido la vida en el ataque y que otras siete personas, dos de ellas extranjeras, habían resultado heridas. Ninguna de las fuentes precisó las nacionalidades de las víctimas. Se ignora quien es el séptimo muerto mencionado por el portavoz de Ban.
El jefe de la misión de la ONU en Somalia, Nick Kay, condenó el ataque en Twitter, y dijo estar “conmocionado y espantado por [estos] decesos”. Ni él ni el portavoz de la ONU contactado en Mogadiscio confirmaron el balance aportado por un responsable policial de Puntlandia.
El presidente somalí, Hasan Sheij Mohamud, condenó también el “ataque brutal” contra “el futuro del país”: apuntando contra Unicef, los shebab atacaron también a los “niños somalíes”.
Los insurgentes islamistas shebab reivindicaron el ataque. Un portavoz del grupo, Abdulaziz Abu Musab, explicó que al haber apuntado contra los agentes de la ONU había atacado a miembros de las “fuerzas de colonización de Somalia”.
Según Unicef, el atentado, perpetrado con la ayuda de una bomba casera, se produjo cuando sus empleados cubrían el trayecto entre su domicilio y la oficina. Ese recorrido les suele llevar “normalmente, tres minutos en coche”, precisó la agencia de la ONU. El autobús, marcado con el logotipo de la ONU, fue arrasado en la explosión.