En un debate reciente antes de las elecciones presidenciales afganas, la primera pregunta no fue sobre terrorismo, ni violencia, ni opio. Fue sobre la opinión de los candidatos respecto de una línea torcida, dibujada en el mapa hace 115 años por las autoridades coloniales británicas.
Para Occidente, la línea es la problemática frontera que separa a Afganistán de Pakistán, pero para los pastunes, el grupo étnico más poderoso del país, es un límite ilegítimo que interrumpe lo que ellos llaman Pastunistán.
Los pastunes y sus reclamos étnicos son un tema clave en las próximas elecciones y en los conflictos armados en Afganistán y Pakistán. Al igual que el Talibán, dominado por esta tribu, muchos pastunes que no han tomado las armas sueñan con un Pastunistán unido. A medida que los pastunes de ambos países se sienten cada vez más disconformes, ese sueño se fortalece.
Una gran afluencia de pastunes en la elección del 20 de agosto favorecerá al presidente Hamid Karzai, que es pastún. Si hay pocos votantes por la violencia o las amenazas del Talibán, mejorarán las posibilidades de su rival, el ex ministro de relaciones exteriores Abdullah Abdullah, identificado con los tayikos. Algunos analistas temen que los pastunes puedan no aceptar una victoria suya.
“Los pastunes son clave en la elección afgana”, dice Hassan Abbas, investigador del Centro Belfer de Ciencia y Asuntos Internacionales en la Universidad Harvard. “Son el corazón de la insurgencia en Pakistán y Afganistán porque han sido usados y abusados durante tres décadas por actores regionales e internacionales. Su tejido social ha sido despedazado y su identidad tribal ha sufrido tensiones severas por el aumento de los elementos religiosos fanáticos. Los pastunes son víctimas de las circunstancias”.
Los pastunes son unos 42 millones de personas: representan el 42% de la población en Afganistán y el 15% en Pakistán. Apoyan al Talibán y aportan la mayoría de sus integrantes.
VEA 25 muertos en Afganistán
