Más incendios, más muertos, más destrucción. La aplanadora de fuego avanza imparable por Rusia y deja el país más grande del mundo plagado de escenas de guerra: ruinas, residentes desesperados tras perder su casa, tierra quemada y cadáveres de animales.
Rusia está en llamas.
Las temperaturas récord y una extrema sequía provocaron los peores incendios de las últimas décadas en el país. Miles de soldados intentan controlar las llamas... hasta ahora sin éxito. El fuego llegó a amenazar ayer martes el centro de investigación nuclear de Zarov. El peligro se conjuró, pero se requirió de 2 mil 200 soldados para apoyar las labores de extinción. Pero en el resto del país, las llamas avanzan incontenibles.
Las autoridades reconocen, ya que se trata de una catástrofe nacional. En diversas regiones declararon el estado de excepción. Y el presidente Dmitri Medvedev firmó un decreto para permitir la ayuda extranjera, que comenzó a llegar ayer de la mano de Ucrania.
El país afronta una “gran tragedia”, dijo el jefe del Kremlin. La ayuda extranjera es un golpe al orgullo de un país al que le gusta presentarse como una potencia productora de materias primas.
Y aun así, muchos observadores creen que la situación es incluso peor de lo que dicen las autoridades. Caritas International comenzó a distribuir ropa, alimentos y artículos de higiene para las víctimas en Voronesh y Zaratov. La organización humanitaria teme que haya más muertos de los 41 confirmados oficialmente.
Las cifras difundidas por Defensa Civil sobre incendios y territorios arrasados cambia casi hora a hora.
Tampoco se salvaron los cultivos: según el Ministerio de Agricultura, el desastre se llevó por delante20 millones de toneladas, una cuarta parte de la cosecha de 2009.
En la región de Omsk ya se vivieron las primeras escenas de gente comprando por precaución harina y trigo sarraceno.Los precios de muchos alimentos aumentaron 15% en una semana, según el diario Nesavissimaya Gazeta .
El primer ministro, Vladimir Putin, visitó regiones afectadas y prometió que las viviendas destruidas serán reemplazadas en noviembre, a más tardar. Pero las críticas a la gestión del desastre siguen creciendo. “¡El Estado tiene la culpa!”, gritaron al primer ministro varios residentes desesperados durante una visita.
