Jackie Souter jsouter@prensa.com No es cualquiera el que puede incursionar en el negocio del café. Esta es una empresa que requiere de dedicación, perseverancia y conocimiento. Quizás por esto es que la mayoría de los empresarios involucrados en este negocio viene de familias que han estado cultivando y exportando café por muchos años.
Según Frank Tedman, quien comercializa el Café Palo Alto, él no se inició voluntariamente en el negocio de café, sino más bien nació en él. "Nuestra finca se inició con el trabajo de mi abuelo, Frank Tedman, quien llegó a Panamá en 1895 y desde esa época mi familia ha estado involucrada en el negocio. Desde los 10 años de edad ya yo sabía manejar todas las maquinarias de la finca", cuenta.
John Collins, de la Finca Lerida en Boquete, conoce su historia, cuando a principios del siglo XX la inició un estadounidense. "La familia Collins entró en Lerida en 1957 cuando mis padres compraron la finca", cuenta. El también creció en la finca, y siempre la ha considerado parte de su vida.
Guillermo Saint Malo Eleta, de Café Eleta, incursionó en el negocio recientemente; sin embargo, su pasión por este es igual que la de los otros empresarios. "Mi abuelo compró una finca en un lugar que se llama Piedra Candela que queda al lado de frontera con Costa Rica para criar ganado. A principios de los 90 uno de los veterinarios de la finca quiso incursionar en el negocio del café", cuenta Saint Malo Eleta. De allí en adelante, él y su familia se han esmerado mucho para producir un buen café de altura.
Pero aunque todos disfrutan lo que hacen, ciertamente no es un negocio fácil. Para Saint Malo Eleta, su mayor preocupación es la aparición de una plaga. "Hay muchas cosas que uno puede controlar, pero siempre se corre el riesgo de una plaga", cuenta.
Para Tedman, quien se dedica a la comercialización del café, no a su cultivo, el riesgo más grande es el tiempo que le tome conseguir una buena presencia de Café Palo Alto en el mercado. "En Panamá siempre se exportó el mejor café y el panameño se acostumbró a tomar mal café, lo cual es una amenaza para un torrefactor de buen café como yo. No siempre la mejor calidad es la que mejor se vende", asegura.
Para otros, como Collins, mantener la finca de café es lo más difícil, ya que "las fincas de cafés son como animales". "Se necesita disciplina y conocimiento", dice.
Saint Malo Eleta considera que la parte más importante es en el tiempo de la cosecha. "La operación de oficina es mínima. Pero en la época de cosecha, eso sí es una locura", cuenta.
De la misma manera, Tedman tiene una operación pequeña, pero no por eso sencilla. En las oficinas de Café Palo Alto hay tres personas trabajando en las máquinas y dos oficinistas. "Esta etapa (la de torrefacción) tiene su ciencia y su arte", dice.
Lo cierto es que el negocio del café es uno que hace a sus productores orgullosos y uno que está lleno de sueños. "Ha sido parte de un sueño que yo siempre he tenido y que he compartido con mi familia", cuenta Tedmam. "Quiero ser una vía para que muchos otros cafetaleros puedan comercializar su café debidamente. Algún día los consumidores en los países industrializados van a preferir el café que es cultivado, beneficiado y procesado en el lugar de origen y nosotros nos ganaremos el valor agregado", asegura.
"Para mi en lo personal es un placer. Una cosa de todos los días", asegura Collins. "Uno tiene que tener una pasión por lo que hace para hacerlo bien", añade. Y por eso es que siempre se ha dedicado a esto, porque lo disfruta.