La sala de urgencias estaba abarrotada, los doctores no se daban abasto y no entendían lo que pasaba; los muertos seguía aumentando y no sabían la causa que generaba tanto pánico y desconcierto. Creyeron, al principio, que era algún tipo de virus, pero la inseguridad seguía ahí, aterrando a los panameños.
Hoy, después de 15 años y sumando, la zozobra e incertidumbre de muchos afectados (envenenados y sus familiares) sigue latente. Aún están esperando justicia. Y pese a que hubo sentencia y que los culpables de una de las tragedias de este país recibieron sus penas, hay un número elevado de víctimas que presenta evidencias de intoxicación y no se les ha dado la certificación correspondiente como envenenados, dándose así, ya sea por falta de interés, omisión, incompetencia o tal vez complicidad o todas las anteriores, una situación que, nuevamente, martiriza a las víctimas del delito.
Sin embargo, la constancia y la razón seguro darán sus frutos. El presidente Cortizo se comprometió, en un acto en el paraninfo con otros candidatos que, de ganar las elecciones, resolvería las certificaciones pendientes por envenenamiento con dietilenglicol y mejoraría la atención médica de las víctimas. Esperemos que lo haga efectivo y se termine con este calvario.
Es oportuno señalar la necesidad e importancia de realizar correctamente los apuntes sobre experiencias como esta y tomar medidas que eviten o minimicen, de darse escenarios similares, impactos tan severos sobre la población. Es lamentable, sin embargo, que se sigan dando situaciones que, dada la experiencia con el veneno, debieron ser detectadas a tiempo para activar las alertas de forma eficiente, por ejemplo, en los controles de calidad y en la capacidad de atención de los hospitales.
Desgraciadamente no fue así, repitiéndose otros eventos extraordinarios y situaciones como los casos con la heparina y luego la Covid-19, que no tuvo en un primer momento las respuestas pertinentes. Y no hay excusas, dado que ya habíamos atravesado por una situación que nos mostró los límites en cuanto a la capacidad de atención de la CSS. Entonces, cómo fue posible que la situación del sistema de atención médica fuese casi la misma de aquellos momentos, además de conocer la enorme posibilidad de la llegada del virus y de las reacciones en otros países; se pudo estar mejor preparados.
Esto también nos debe llevar a reflexionar sobre cuánto interés y dedicación le prestamos a la salud en nuestro país. Ojo con esto, para que de una vez por todas aprovechemos lo aprendido de estas lecciones y estemos mejor preparados, de forma que no se tenga que caer nuevamente en la improvisación de medidas que terminan costando más dinero y, sobre todo, más vidas.
Ya es tiempo de cumplir con los envenenados y mejorar de forma honesta y efectiva la capacidad de respuesta y atención, no solo de las víctimas, sino de todos los asegurados y ver la salud como debe ser: una prioridad fundamental que todos merecemos.
El autor es afectado por el veneno

