Los descubridores españoles de lo que hoy es América llevaron a Europa, a comienzo del siglo XVI, lo que se conoce como tabaco.
Al principio tan solo se cultivaba como una curiosidad. Mas fue un diplomático francés de nombre Jean Nicot -de allí lo de nicotina-, quien descubrió lo que él consideró “cualidades terapéuticas”. Hoy se sabe lo dañino que es el cigarro para la salud de los humanos, lo cual ha hecho que su cultivo, a pesar del gran negocio que para algunos continúa siendo, se vea limitada cada vez más.
El tabaco es una planta herbácea. A finales del siglo, los indios americanos la usaban en sus ritos religiosos o mágicos, fumarolas en unas pipas de tamaño grande y que eran de piedra tallada que introducían en su nariz.
Las primeras semillas de tabaco fueron halladas en España en 1509 por Francisco Hernández Bancalo, de Toledo. El botánico Jacque Dalechamps dio a la planta el nombre de herba nicotiana.
A partir del siglo XVII se hizo muy popular la costumbre de fumar o aspirar diluido por la voluptuosidad que se sentía.
Pero seguía creciendo la oposición. Es así como un decreto chino de 1638 ordenaba la decapitación de sus traficantes, lo mismo sucedió en Rusia.
Con todo y eso, desde el siglo XIX, el consumo de cigarros y cigarrillos se incrementó.
La industria del cigarro está compuesta de etapas muy complejas. Cura, fermentación, sazón son apenas algunos nombres para conocer esa labor.
Volviendo a las fotografías encontramos a una de las plantas o matas de tabaco, como se secan sus hojas.
Estados Unidos, China, Brasil, La Unión Soviética, Japón, India, Canadá aparecen a la cabeza de su producción de este producto.
“El hombre sincero tiene derecho a errar”, tal como lo expreso José Martí. Esa es la frase que hoy les hacemos llegar.