Antecedentes de la violencia escolar: Iván Samaniego



Tal vez los asesinatos múltiples en centros educativos sea la manifestación extrema de violencia escolar marcada, sobre todo en las últimas décadas. Fenómeno que ha causado la muerte a cientos de personas en diversos países del mundo. Sin embargo, este no es un problema reciente ni un hecho que se reduce a este tipo de eventos. Históricamente surge de las propias instituciones educativas o de quienes asumían este rol.

Desde la antigüedad la violencia estaba implícita en el método educativo, partiendo de la creencia de que “la letra entra con sangre”, frase que nace en la edad media y que traduce la concepción que guiaba los procesos educativos en aquellas épocas.

Esta concepción sugiere que la violencia física era necesaria para educar al niño. Por ejemplo, en Roma, Horacio hace referencia a Orbillo el palmoteador, un maestro que empleaba los azotes como forma de educación; los hebreos azotaban a los niños y les negaban el pan. En la edad media, los jesuitas tenían una persona que llamaban corrector, encargada de suministrar golpes a estudiantes con conductas inadecuadas. Pero, a partir de la influencia de Jean-Jacques Rousseau, que propone una visión distinta del proceso de enseñanza-aprendizaje, se inicia una nueva concepción que culmina en la visión de la infancia como un concepto consolidado, y con la aparición de los derechos del niño, a mediados del siglo XX.


La influencia de los nuevas teorías psicológicas a principios y mediados del siglo XX, de autores como Jean Piaget y Lev Vygotsky, influyen en los nuevos paradigmas educativos. Así surge el constructivismo que introduce la idea de que el sujeto construye sus propios conocimientos y el docente es un facilitador. Este método se opone a la idea tradicional prevaleciente en la historia de que el docente es una autoridad incuestionable y el estudiante, un simple receptor de conocimientos.

La incuestionabilidad del saber del docente suponía, hasta cierto punto, un poder y, a la vez, la verticalidad de la enseñanza hasta el siglo pasado. Imponiendo límites entre el docente y el estudiante.

Bajo las nuevas concepciones de los procesos de aprendizaje, las relaciones interpersonales entre maestros y estudiantes cambian paulatinamente. Ya el docente no es una autoridad incuestionable (es un facilitador), por lo tanto, pierde poder como propietario de un saber absoluto. A esto se suma el hecho de que la aparición de las nuevas tecnologías (internet) desmonopolizan la potestad de obtener la información que antes era dominada por unos cuantos especialistas. Así el saber de un estudiante puede superar al de un docente, mediante las herramientas tecnológicas, sobre todo, si el docente no se actualiza. Aunque es posible que muchos educadores sigan con los métodos tradicionales, el sistema hará que se adapten o desaparezcan.

Tal vez, hace una década algunos jóvenes aún experimentaban los vestigios de violencia escolar institucionalizada; docentes que aplicaban reglazos en las manos de los jóvenes como castigo por su mal comportamiento.

Este tipo de violencia, poco a poco se ha ido redireccionando a una más horizontal e inclusive invertida. La violencia horizontal se refiere a la que se genera entre los propios estudiantes, ahora conocida con el término de bullying, y la violencia invertida, es la que se genera del estudiante hacia el docente. En la última década los casos de estudiantes que matan a sus profesores son una forma más de violencia escolar, que puede ser una expresión los cambios en el proceso educativo, aclarando de que no se trata de la causa, sino más bien de una variable vinculada. La violencia institucionalizada (implícita en el método de enseñanza) pasa a ser violencia que nace desde otros actores, padres que agreden a docentes y directores, estudiantes que asesinan a sus docentes y estudiantes que agreden a compañeros.

La desmitificación del padre como autoridad incuestionable en la familia, es paralela a la del docente como autoridad del saber, fenómeno sociocultural occidental que parte de un proceso histórico y que conlleva nuevas reflexiones. En nuestro medio no hay características que indiquen que pudiéramos enfrentar masacres parecidas a las producidas en escuelas de Estados Unidos; sin embargo, la infiltración de pandilleros, o los tentáculos del narcotráfico, no nos exime de la posibilidad de crímenes letales en esos ambientes, o de algún grado de violencia que podría implicar crímenes letales, pero a una menor escala, si no se realizan controles en las escuelas.

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