¿De la ‘Biblia’ o los valores?



En una columna publicada en este espacio el martes 6, mi amigo y "colega" el padre Néstor Jaén presentó una alternativa al proyecto de la Asamblea Nacional de decretar el "mes de la Biblia", basada en la difusión de valores humanos a partir del estudio de diversos textos, sagrados y no sagrados de distintas fuentes. Si bien el objetivo de la Asamblea puede considerarse noble, pues busca la transmisión de valores que sirvan de orientación para el desarrollo y el bienestar de la sociedad en su conjunto, creo que la propuesta en si está limitada y contradice el principio de la libertad de cultos que proclama la Constitución en el artículo 35.

Conozco muy bien el texto bíblico (aunque hay diferencias significativas entre la Biblia hebrea y la cristiana) y se perfectamente que muchas de las historias que allí aparecen son una notable fuente de inspiración. En nuestra sinagoga, las contamos a nuestros niños una y otra vez para que puedan imbuirse de las enseñanzas que fluyen de ellas. Sin embargo, esta experiencia religiosa debe estar limitada a la decisión de cada individuo de profesar su fe y profundizar en el estudio de los textos que su creencia considera como sagrados. Que la Asamblea promueva la lectura de la Biblia coloca en situación incómoda a aquellos que no la consideran sagrada. Ahora bien, como el propósito de este esfuerzo es brindar valores, la propuesta del padre Jaén me parece muy valiosa por tres razones fundamentales. En primer lugar porque está basada en el respeto por las minorías. (una verdadera constante en la trayectoria de Néstor), en segundo lugar porque sale del marco religioso y se traslada al campo humanista que es más amplio, involucrando lo religioso, pero abriendo la puerta también a textos laicos. Finalmente, al poder compartir textos de distintas culturas y religiones, no sólo percibimos la universalidad de los valores humanos sino también conocemos aunque sea algo mínimo del "otro" y ese conocimiento del "otro", del "diferente" es la base fundamental para poder respetarlo y a partir de ese respeto, construir una sociedad sin prejuicios, en donde enriqueciéndonos con nuestras diferencias convivamos en armonía.

El autor es rabino de la Congregación Kol Shearith Israel

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