Hay reseñas que se escriben solas. O por lo menos eso me han dicho, porque he tratado de ver si es verdad. Me siento delante de la compu, la miro y la miro, concentradísima, y nada. Más vale que aplique dedo a tecla, chicos, porque si no, queda la página en blanco. Lo que sí sucede a veces es que no veo la hora de terminar con un sitio, porque francamente me da una hartera espantosa ir a comer bazofias. Afortunadamente, este no es el caso de Café Santé, un lugarcito familiar simpatiquísimo en Calle 51, Bella Vista.
Es un negocio familiar, de dos hermanos de apellido Fraguela. El tercero es el de la página web dealante.com y parece que al igual que éste último los dos primeros tienen el dedo firmemente puesto en el pulso de la ciudad, porque saben exactamente de qué va la cosa en estos días. Porque la fórmula que se han logrado para el sitio es lo que evidentemente mucha gente está buscando, a juzgar por las multitudes que atestan el pequeño local.
La chica que atiende (hija de uno de los dueños) es una de esas personas imposiblemente risueña, la pesadilla de cualquier amargado. Anda a mil, botando energía y cariño a diestra y siniestra (en un momentito estoy con usted, te dice, mientras se dispara a tomar el pedido a otra mesa) De verdad, es un encanto y te contagia su entusiasmo. Estudiando el menú, me extrañó no ver emparedados. En vez de ello, tenían una buena cuota de ensaladas, pastas y platos fuertes.
De entrada, pedimos unas almejas que llegaron un tris duras pero con excelente sazón. RDT pidió una ensalada griega, que llegó fresquita a la mesa, con aderezo de vinagre balsámico, que le restó un poquito en lo visual. No obstante, el quesito feta estaba fresco y los tomates y pepinos también, aunque troceados un tris demasiado chicos para el gusto de RDT. Mi ensalada Caesar con salmón estuvo estupenda, y llevó a RDT a comentar que al fin, una Caesar sin mayonesa por el desafortunado aderezo de tarro que le meten mucho. Esta, además de venir con una buena lechuga romana, traía salmón (fresco, no ahumado) salteado. También las hay de pollo. De pollo fue la pasta que pedí de plato fuerte, una con salsa a base de cerveza que la casa anuncia como creación propia pero que francamente no me entusiasmó mucho. RDT pidió el atún con alcaparras, y especificó que no se lo recocinaran. Ustedes ya saben que yo considero sacrílego recocer este coloso del mar. Llegó, por supuesto, recocinado. Pero he de decir que cuando lo probé, no tenía nada, pero absolutamente nada de sabor mariscoso. Lo que pasa es que el sitio se llena de bote en bote y la cocina es minúscula. Por tanto, es lógico que algunas veces las peticiones especiales pasen desatendidas. En las horas pico, el servicio puede ser un poco caótico, pero jamás descortés.
En visita posterior, probé otra pasta, esta vez al Alfredo con hongos, que estuvo muy buena. También excelentes estuvieron unos langostinos al ajillo, cinco bichos gordotes, lindos y con cabeza, en una deliciosa salsa que traía un toquecito de soja y el ajo al punto perfecto. Lo más increíble fue el precio: ocho dólares. Estupendos de precio y de sabor también estuvieron los dos filetes que probamos, uno al queso azul con hongos y el otro un filet mignon con una salsa de vino tinto que también estuvo regio. Nótese que aquí, los hongos son de lata pero por estos precios, no me quejo para nada.
Los postres son generosos, y la oferta es variada. Probamos un cake de chocolate muy sabroso, un pie de limón y otro de manzana, que aunque buenos, no estuvieron a la altura de la comida de sal. Los platos fuertes vienen acompañados de una ensaladilla tipo pico de gallo y de arroz congrí o papas majadas con su cáscara, todos muy, muy buenos. Es un verdadero placer saber que sí hay sitios donde del respeto al cliente, unido al respeto a la materia prima, surte una fórmula ganadora. Me les quito el sombrero, y les deseo larga vida y prosperidad. Dixit.