No cabe duda, el orgullo y la dignidad de los panameños fueron estremecidos y han quedado lastimados. El asalto frustrado al camión de la empresa Transportes Blindados en los predios de la Lotería Nacional, muy temprano en la mañana del martes 10 de marzo, consternó a toda la ciudadanía ya inmersa por varios años en un ambiente de profunda preocupación por la inseguridad. Se trató de un suceso de violencia audaz y sin escrúpulos, poco común entre nosotros… balacera, terror, sangre y muertes.
Las lágrimas vertidas por nuestro joven Presidente, inconsolable ante la adversidad y luto cruel, destilaban frustración, desilusión, desasosiego. Fue un derroche de vergüenza y pundonor, propios solo de mandatarios honorables. Los panameños las recogimos, como propias, en un gesto solidario de dolor por las vidas cegadas de dos dignos padres de familia que cumplían con su deber cotidiano cada mañana, quienes al despedirse ese martes de sus esposas e hijos rumbo a cumplir con sus obligaciones nunca imaginaron que era el día de una cita prematura con la muerte.
Señor Presidente, ante lo ocurrido solo queda que ¡Cerremos filas por la Patria de todos!, eso sí, dentro del marco de la prudencia, la cordura, la inteligencia y firmeza, controlando y evitando la “cacería de brujas” entre los estamentos de seguridad del Estado, como es el impulso y la reacción natural humana ante estos casos de bestialidad.
La Policía Nacional se ha venido superando y más en estos últimos meses en que no cabe duda que ha acentuado su profesionalismo y eficiencia. La comunidad le ha devuelto su confianza; sin embargo, el problema de inseguridad es más un tema de Estado que de la Policía Nacional. Hay que hacer un alto señor Presidente y, en reposo, diseñar con sus mejores colaboradores la estrategia nacional de seguridad para la República en los próximos 20 años, antes de que usted limpie su escritorio presidencial, ¡queda aún precioso tiempo! Lo sucedido, como país en vías del desarrollo acelerado, ¡lastimosamente serepetirá! con otros modelos, rostros y las consecuencias desagradables que deja la violencia. Ninguna sociedad puede llevar el índice de delincuencia al nivel cero. Mientras convivamos en grupos humanos, habrá delincuentes como leyes, policías, juzgados y cárceles. El esfuerzo consiste en alcanzar y sostener este nivel lo más próximo al cero, ese es nuestro compromiso como conductores del Estado hoy y de los mandatarios del mañana.
Mientras esa estrategia se conciba, con inteligencia y experticias, hay que tomar medidas inmediatas y para ayer. Me atrevo a sugerir algunas a continuación. Primero, hay que cerrar la entrada al país a municiones de todo calibre, fulminantes y de pólvora, por los próximos dos años. Los malhechores se abastecen de municiones más por la vía del mercado negro, que se desprende del comercio formal especializado en este tipo de mercancía, que por otras fuentes como el contrabando y trueques.
Se debe desarrollar y aplicar un plan o programa de retenes, todos los días a partir de las 21 horas, sobre todo, en las entradas y salidas de las barriadas y comunidades, y alternarlo sorpresivamente en las horas diurnas, sin provocar tranques.
Descentralizar la organización física, ya obsoleta, de la sede del cuartel central de la Policía Nacional en las faldas del cerro Ancón y establecer un cuartel y su destacamento, cuanto antes, en cada uno de los 21 corregimientos en la ciudad capital, que cuente con el apoyo del DIJ, Ministerio Público y el defensor del Pueblo, para evitar que se den procesos extrajudiciales y la violación de los derechos humanos.
Agrupar, previo estudio y análisis, a cierto número de cuarteles de corregimiento en la sub-organización o satélites comprendidos como distritos policiales semiautónomos, al mando de un comisionado.
Cada distrito debe tener una organización del Prosi ampliada, en donde participarían las juntas comunales, iglesias, el Mides; Pandeportes, Inadeh y la Policía Nacional, con una sección de acción cívica policial e inteligencia.
Aumentar el salario de los miembros de la Policía Nacional tan pronto se pueda, de ser posible ante de las elecciones.
Cancelar el servicio de pago para las unidades en estado de franquicia o en horas de descanso y reposo familiar. Este servicio de pago compite contra el servicio regular y algunos directores antes lo preferían. Además, este servicio priva de empleos a jóvenes desocupados que podrían obtener trabajo en las agencias de seguridad privadas. Por otra parte, los contribuyentes aportamos en el salario de los policías, hasta el pago por sus horas de descanso y no para venderlas a la empresa privada.
Para finalizar, proponemos que cuanto antes se establezcan las visas rigurosas para todo extranjero, sobre todo, para los inversionistas con capitales de origen poco transparente o cuestionables.