En varias ocasiones, para alertar sobre la trapisonda que se veía venir, he escrito sobre la vida, obra y milagros de la empresa Pycsa. Siempre recordé que en los tiempos de "la patria vieja", cuando ocupó la presidencia el ciudadano con apodo ganadero, a los consorcios mexicanos ICA y Pycsa se les adjudicó, al primero, la construcción y explotación del Corredor Sur y, al otro, la del Corredor Norte y la autopista Panamá-Colón.
Por construir unos cuantos kilómetros de la carretera al aeropuerto de Tocumen, parte sobre el mar, con visibles defectos y rajaduras, ICA recibió como pago el derecho a cobrar los peajes más caros del mundo, muchas hectáreas de las tierras más valiosas del país y, además, el derecho a agregarles rellenos para aumentar su tamaño y, por consiguiente, lucrar todavía más. Ese es el actual emporio de Paitilla. ¡El negocio del siglo!
El consorcio Pycsa, nunca terminó el Corredor Norte y de la autopista, dicen, construyó unos cuantos kilómetros. Las obras quedaron mucho menos que a medio palo. Después, transcurrieron más de cinco largos años. Pycsa fue demandada y secuestrada por sus acreedores que, para su frustración, un buen día descubrieron que la empresa estaba más limpia que "la manga de un chaleco", pues había negociado y cedido los peajes que estaba supuesta a cobrar; que sus oficinas habían sido cerradas y que sus ejecutivos se habían esfumado de la faz de la tierra.
Otro buen día, sin que de momento supiéramos cómo se tejía la madeja, un señor que ocupaba y ocupa el cargo de viceministro de Obras Públicas, nos espetó que se "adelantaban negociaciones" con Pycsa, para la terminación del Corredor Norte y la autopista. ¿Cómo era posible, nos preguntamos todos, que un funcionario de ese nivel dijera, sin ningún sonrojo, que se sostenían negociaciones con los representantes desaparecidos de una empresa demandada, secuestrada, y que había dejado en la estacada al Estado, mientras los tribunales "no podían encontrarlos"? Cosas de "la patria nueva, cosas de la patria nueva".
No transcurrió mucho tiempo, cuando otro altísimo funcionario dijo, tajantemente, que la autopista se construiría "con o sin Pycsa", pero que él, especialista en consignas, como la recordada "clave cutarra", no diría más, para no robar cámaras; esa misión sublime y sus divinos misterios quedaba reservada al líder máximo de "la patria nueva", quien por esas fechas ya había visitado la tierra de la samba.
No tuvimos que esperar mucho. Primero vino el anuncio, in situ, en un Consejo de Gabinete Extraordinario, con bombos y platillos, de que, "felizmente se habían hecho los arreglos" para hacer una realidad el anhelado sueño colonense de ver conectada su ciudad con la capital, por una autopista. Pycsa, "generosamente había cedido sus derechos" a una empresa brasileña. Esta, con un historial nada claro de pleitos y demandas en su contra, y que, recientemente, provocó una hecatombe que dejó un cráter monumental que se tragó camiones y autos, en el medio de la ciudad de Sao Paulo, asumirá, gracias a la varita mágica de "la patria nueva" los "derechos de Pycsa"; recibirá un "adelantito" del Banco Nacional por la suma de 100 millones, como financiamiento puente; cobrará peajes por 30 años, parte de ellos, pagados con dinero contante y sonante por el Estado panameño, mediante la fórmula de un subsidio, dizque para aliviar la carga de los usuarios. Pero, además, Pycsa, seguirá cobrando los peajes por un pedazo de la autopista. El maravilloso arreglo, ahora le costará al Estado, es decir, a usted y a mí, la friolera de 215 millones, en lugar de los 155 millones en que la obra había sido tasada antes. Qué licitación ni qué concurso; qué transparencia ni qué ocho cuartos; entiéndanlo de una vez por todas: ¡Estos son los tiempos de la patria nueva!
Cuando ocurren estas bellaquerías, siempre me acuerdo de una amiga porteña que con gracia ejemplar solía decir: "Te enteraste vos: ¡Se llevaron la chancha, los chanchitos y hasta la máquina de hacer chorizos!".