A juzgar por el tema, pareciera que la retórica del comunismo, la diplomacia del dólar, los derechos humanos y la reemergencia china no han generado más que especulaciones.
La cuestión de Taiwán solo logra recordarme los 10 años que llevo inmersa en la cultura china. A través de las becas ofrecidas primero por Taiwán y luego por China, conocí a un tigre asiático y luego exploré la transición socieconómica de China.
Todavía está vivo el cariño del primero, que fue en Taiwán. Interactuando con su gente disfruté de su generosidad, de su hospitalidad y de su bondad. En Taizhong descubrí los beneficios de un estado desarrollista; en sus N. Markets noté que no hay distinción entre el local comercial y la residencia; comprendí cómo la cooperación deriva de la confianza y no al revés, y nació mi curiosidad por una sociedad donde la individualidad cede a la colectividad.
Y así, atraída por esa lejana pero cercana cultura, regresé, pero esta vez a Beijing. En las ciudades y pueblos me encontré con gente noble, generosa y trabajadora. En ese laboratorio de experimentos que define su sociedad contemplé cómo su gente camina hacia el futuro, pero sin dejar de mirar al pasado, y comprendí que la compleja relación entre el Estado y sociedad que la caracteriza se debe a que China es un Estado-civilización, con arraigo a sus tradiciones y a una ausencia de diferenciación de las instituciones y/o poderes del Estado y entre lo económico y/o político.
Subyacente a los análisis de las dos partes, hay una coincidencia en las conversaciones indirectas, la prudencia, el mianzi, la relacionalidad de los negocios, el énfasis en la educación, la perspectiva a largo plazo, a evitar el conflicto y la unidad familiar. Todos ellos son elementos comunes a ambos países. Estas premisas no pretenden justificar que ambas sociedades sean lo mismo. En abierta diferenciación con China, Taiwán logró un éxito económico que provee programas de servicios sociales a sus ciudadanos, todo ello junto con reformas políticas que lo han convertido en un país democrático.
Por el contrario, el experimento de ingeniería social y económico que ha convertido a China en la segunda economía mundial se ve desafiado por la desigualdad social, la corrupción, los débiles programas de bienestar social, la contaminación y unas reformas políticas pendientes.
Pero sería sencillo colegir que estos son elementos suficientes para no estrechar relaciones con China. El país asiático es el segundo socio comercial de la región y su mercado una diversificación comercial. Ya sea por los proyectos que prometa, o por ser el segundo usuario del Canal, o porque es la segunda economía mundial, la decisión ha sido producto de las fuerzas contradictorias de la geopolítica y de la globalización.
Esto no significa que sea un error el giro diplomático. El gobierno ha superado las creencias convencionales erradas sobre China y se plantea ampliar la cooperación con un país que, aparte de su mercado, ofrece una gama de esferas para explorar. Y sí, a China le falta mucho, critica la prensa, pero lo cierto es que la larga era de narrativa occidental ha imposibilitado conocerla, y que es más que el chinito de la tienda y un país comunista. La historiografía muestra que Voltaire se inspiró en el sistema político chino para conceptualizar los exámenes públicos, o que los estudios de Leibniz sobre el poder divino del emperador contribuyeron a definir los sistemas monárquicos. Hobson y Needham sustentan que Oriente facilitó la ascensión de Occidente a través de las rutas comerciales, sus recursos y la adaptación de técnicas ya desarrolladas en China.
El reto de Panamá, por una parte, será situar la inevitable ruptura con Taiwán en su correcta perspectiva histórica. Se requiere de prudencia y agradecimiento en la despedida a un amigo. Por otro lado, el socialismo con características chinas es pragmático, instrumentalista y con un business model muy capitalista, que opera de la misma forma en que otras compañías extranjeras hicieron en su momento. Por eso la política exterior deberá enfatizar una estrategia comercial en beneficio nacional, que esté en sinergia con el sector privado y académico, y deberá conocer la realidad de la sociedad china y su manera de interpretar las relaciones internacionales.