Cien días perdidos

Si debemos comparar los 100 primeros días del actual gobierno, la comparación más cercana es la de un juego de béisbol con marcador de "cero hits, cero carreras y muchos errores". La doctrina política desarrollada por esta administración responde claramente al "empirismo político" –si le podemos llamar así–, conduciéndose al país de manera improvisada sin que haya un logro determinante, salvo el de endeudar al Estado con más de mil millones de balboas de un plumazo o de hacernos pagar la factura de los malos manejos (12 millones de balboas en el caso de Prados del Este, por ejemplo). ¿Cualquier cosa es posible si la hacemos con el dinero de otros, verdad?

En otras palabras, la técnica bomberil de apagar fuegos utilizada por el gobierno del Sr. Torrijos, ha sido poco eficiente en cuanto a realizaciones concretas y, por consiguiente, ha resultado improductiva.

Buscando lo real, estos 100 días han sido un derroche de esfuerzo en demostrar capacidad y profesionalismo, para compararse en buen nivel con la administración anterior. Pero los pobres resultados son un hecho. Y si a ello le sumamos las contradicciones entre los funcionarios, los cambios de discurso, el secretismo y el ocultismo, la mediocridad es una calificación cariñosa para ellos.

Por ejemplo, no comprendo el miedo a anunciar el nombre del próximo Procurador como si no fuera necesario conocerlo y someterlo al debate nacional. Tal actitud no puede ser menos que cuestionable, pues la nación necesita hacer el escrutinio correspondiente. ¿Acaso no se prometió modificar el mecanismo de elección de procuradores y magistrados? ¿Estamos frente a otro incumplimiento de las promesas de campaña? ¿Otro madrugonazo?

A partir de diciembre de 2002, cuando se aprobó la "reforma saca plata de Mireya", (a la cual me opuse abiertamente), el Sr. Torrijos se comprometió a su derogación. Nunca dijo que se la iba a reemplazar por otra más "más eficiente". Ahora pretenden cobrarnos más impuestos, bajo el discurso de la necesidad de recaudar más dinero para pagar las cuentas.

Pero la reforma ha quedado oculta hasta el último momento, a pesar de que en un principio manifestaron que el anteproyecto de ley estaba listo para su divulgación y aprobación en diciembre. Luego han manifestado que no está listo y que buscan el mejor sistema, o sea que lo presentarán en las costosas sesiones extraordinarias. Pareciera que el método "Mireya" está siendo copiado al pie de la letra.

Debo recordarles que la democracia exige el libre juego de las ideas, el debate de altura y el examen de las posiciones de cada cual, teniendo como base una actuación pública transparente, pues las sorpresas y los madrugonazos son parte de la tradición corrupta del PRD que debemos descartar.

El balance de los 100 primeros días es negativo si analizamos la gestión bajo la lupa de sus tres principales consignas. Debo destacar que la lucha contra la corrupción ha tenido un carácter puramente panfletario, dirigido a ocultar las grandes deficiencias de la actual administración. A la fecha pareciera que los grandes escándalos de las administraciones anteriores quedarán impunes, principalmente los del PRD.

La única carta de presentación de la actual administración es la reforma constitucional, cuyo mérito es la de haberse realizado al margen del debate abierto y democrático, de espaldas al pueblo, en contubernio con la administración Moscoso y cuyo resultado ha sido el de maniatar y neutralizar las aspiraciones de este pueblo a darse una constituyente, es decir, un proceso democrático de evolución constitucional.

Estos 100 primeros días han sido un gran espectáculo, tan entretenido como deprimente, lleno de anuncios de reformas que no se ven, justificando sus mezquinos resultados en la falta de recursos, siendo ello ridículo en comparación al país recibido por el presidente Endara. Aún así, le exigen a este pueblo sacrificios, sin comprometerse ellos primero. No podemos aceptar que el sacrificado sea siempre el que menos tiene.

La lealtad con los electores debe ser un principio obligante. Esta lealtad implica que se practique con el ejemplo. La democracia exige claridad y honestidad, y también que el sacrificio sea compartido. Dejen la demagogia y empiecen a trabajar por el bien del país, pues ya llevan perdidos los primeros 100 días.

El autor es abogado y miembro de Vanguardia Moral de la Patria


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