RECURSOS NATURALES.

Conservación de parques y recreación

La primera vez que visité Noruega fue durante la Semana Santa de 1970. Tomé un bus conducido por una joven pelirroja. Durante el recorrido, me puse a tararear en voz baja una canción. Una joven que leía una obra de García Márquez en español me preguntó: ¿Es Ud. latinoamericano? Luego de la presentación de rigor, me invitó a recorrer Oslo. La joven, rubia y de ojos verdes, era hija de un pastor luterano y tenía la falda, de un impecable sastre gris, debajo de la rodilla porque, no obstante el sol primaveral, hacía un frío que pelaba.

Luego de visitar toda clase de museos, incluida la balsa de papiros "Kon Tiki" de Thor Heyerdhal, me llevó a conocer el más famoso parque de Noruega, el Vigeland, donde se exhiben –museo al aire libre– cientos de esculturas de Gustav Vigeland que son un canto al amor, a la familia, a la humanidad y a la paz. Recorríamos las explanadas (320 hectáreas de bosques) que realmente constituían un parque natural donde la gente iba a recrearse, en una maravillosa mezcla de lo natural y lo social. Descendiendo unas escalinatas, cuál no sería mi sorpresa al encontrar cientos de hermosas jóvenes prácticamente desnudas que tomaban los primeros rayos del sol de primavera con tanta ansiedad como un perdido en el desierto bebe el agua de un oasis.

Inger Marie Thörkildsen, que así se llamaba mi religiosa acompañante, no había tomado en cuenta que yo era un ciudadano atrasado del tercer mundo y, en efecto, tuve que concentrarme más en las esculturas frías y duras de Vigeland para no recrearme o distraerme demasiado en las esculturas suaves y tibias que, en injusta competencia, se extendían como una alfombra erótica que parecía engullirnos a lo largo del parque.

La anécdota viene a cuento porque La Prensa nos informa que un proyecto de ley reposa en la Asamblea Nacional cuyo propósito es crear una red de parques nacionales, tanto recreativos como naturales ("Red de parques genera dudas", La Prensa, 16 de enero de 2008).

Impulsado por el Despacho de la Primera Dama, dicho proyecto cuenta con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así como de la Comisión de Población, Ambiente y Desarrollo de la Asamblea. A través del mismo se crea una Fundación Nacional de Parques Naturales y Recreativos, con patrimonio propio y con capacidad legal para ejercer derechos y contraer obligaciones, bajo normas de derecho privado. La fundación quedará a cargo del Despacho de la Primera Dama en representación del Ministerio de la Presidencia, con lo que se deslegitiman las críticas hechas por Vivian al gobierno de Mireya Moscoso por hacer lo mismo.

Aparte del escozor en algunos sectores por los "excesivos poderes" de la Primera Dama, a quien se quiere comparar con Cristina Kirchner no obstante el abismo entre el presidente panameño y el ex presidente argentino, nos preocupa que la falta de diferenciación que hace el instrumento entre parques recreativos y parques naturales permita la realización de actividades jurídicamente incompatibles en uno y otro.

No aceptaríamos, por ejemplo, que un parque natural, cuyo objetivo es la conservación, sea destinado a esparcimiento de gente que lo pondrá en peligro, al menos no mientras se mantenga la rígida separación entre esparcimiento y conservación al no contar con una visión que integre ambos propósitos y sigamos, además, con nuestra cultura de ensuciarlo y destruirlo todo. No aceptamos el proyecto de ley mientras se mantenga el régimen legal vigente de los parques naturales y de los recreativos. Como ha dicho Susana Serracín: "Es como convertir el Parque Nacional Metropolitano en un Parque Omar".

Nada tengo que objetar a la creación de nuevos espacios de esparcimiento, de los que registramos un déficit crónico. Pero, ¿es esa una legítima competencia de la Primera Dama? ¿No le corresponde esto a otras entidades? De hecho, el proyecto de ley entra en conflicto –como lo ha señalado Harley Mitchell– con el Sistema de Áreas Protegidas que regenta la Anam.

Me inclinaría a integrar lo recreativo con lo natural, como en Vigeland, pero hay que asimilar el concepto antes de cambiar y violar la legislación vigente con los traslapes legales implícitos en el proyecto de marras, que tienen sin cuidado a sus patrocinadores.

Pero, ¿puede el PNUD apoyar un proyecto de ley que claramente entraña violaciones a la ley sin intervenir en la soberanía panameña? Por supuesto que no, porque la ONU tiene la obligación legal de respetar la soberanía de los Estados y, en consecuencia, no puede abrir la puerta a fracturas de orden legal en Panamá.

La Comisión de Ambiente de la Asamblea, por su parte, justifica el proyecto de ley con el argumento de que el aumento de la población "está destruyendo los recursos naturales", pero impedirlo no es tarea de la Primera Dama. Para eso están la Anam y la población entera de Panamá. Paradójicamente son el Gobierno y la Anam los que están propiciando la destrucción de los recursos naturales en mucho mayor grado que el supuesto incremento de la población al patrocinar proyectos anti–ecológicos en grado sumo (como Petaquilla).

De aprobarse, el proyecto de ley le permitiría a la Primera Dama decidir todo sobre los numerosos parques, tanto recreativos como naturales. No estaría nada mal, por ejemplo, crear un parque de delfines o de ballenas jorobadas, negocios lucrativos fuera del alcance de ambientalistas y fisgones indeseables. Ni modo: felicitaciones a Ocean Embassy, ¡y que viva el Año de Hidalgo!


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