No cabe duda, tal como lo expresó el señor Presidente en su discurso del día 1 de septiembre, que el crecimiento de nuestra economía ya escaló sobre el porcentaje optimista del 8%; empero, el mandatario no debería mirar la situación únicamente a través del espejismo de los porcentajes convenientes y agradables a su vista y oídos. Tampoco se debería dejar deslumbrar por los rascacielos que se construyen y erigen por doquier en la ciudad, hasta pensar que el desarrollo humano de nuestra población avanza para todos con equidad y justicia social sobre la ruta correcta, ya que, paradójicamente, los otros porcentajes no tan agradables que los gobernantes tienden a minimizar y cuestionar, me refiero a los índices de pobreza extrema y marginación social en el país, que en vez de ceder a consecuencias de ese 8%, siguen anclados e inamovibles, mejor dicho, se mantienen muy cerca del 50%, tal como lo confirma el Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad Nacional (IDEN) y la propia Contraloría.
Esa contradicción sugiere y nos envía el mensaje alto y claro, en el sentido de que se está dando ¡un desarrollo económico pujante¡, ¡claro que sí!, pero al mismo tiempo ineficaz o con poca incidencia o impacto en el bienestar de la población en su calidad de vida, sobre todo de aquellos que viven en las barriadas promiscuas como ciudadanos de segunda clase, lastimados en su dignidad y autoestima, que el propio sistema democrático históricamente desde los inicios de la República, ha marginado y acorralado con cercos discriminantes, económicos y hasta sociales, como consta en los cuadros dramáticos de Curundú, Cabo Verde, San Joaquín, etc.
Sin embargo, para tener una idea muy clara de lo que está ocurriendo, bastaría con reconocer que unos 500 mil panameños solo cocinan y comen una vez al día y, por lo general, ingieren escasa o ninguna proteína, más bien azúcares, almidones, enlatados de baja calidad y muchas veces sus hijos solo desayunan arroz dormido con un huevo para asistir al colegio, por lo que la deserción escolar y porcentaje de fracasos ha aumentado. ¿Por qué nos preguntamos si el país es más rico? Si lo que he expresado no admite dudas, se evidencia con claridad una desigual e injusta distribución de la riqueza nacional, la que contrasta con un repunte de la economía que tanta alegría provoca a nuestro joven mandatario, que exhibe sencillamente al Estado ineficiente o escaso de iniciativas sociales, planeamiento y creatividad para distribuir la riqueza de todos los panameños.
Meses ha en el programa ‘Trocha Abierta’ en el Canal 56, el moderador y caballeroso amigo, Lic. Alfonso Castillero, preguntó al panel ¿cómo hacer para distribuir con justicia social sin caer en paternalismo la riqueza nacional? Respondimos entonces con una respuesta que hoy tiene más valor e importancia que en aquél momento: Los gobiernos se conforman con el modelo de distribución de la riqueza espontánea, o por gravedad y efecto de cascada e irrigación natural tal como corren las aguas, es decir, se crean polos de riqueza y que esta permee por gravedad hacia los estratos sociales atrapados y devorados física y moralmente por la marginación y pobreza. ¿Dónde radica la fragilidad de este modelo?, precisamente este tradicionalismo de corriente liberal siempre marcha a la saga de la pobreza, ya que solo funciona por seis u ocho horas diarias y al ritmo burocrático de los desembolsos de la Contraloría, mientras que la pobreza, marginación y promiscuidad no descansan ni duermen, devoran a nuestros pobres y atrapan a muchos otros durante las 24 horas del día. (¿Qué hacer?, expresó el Sr. Castillero?), "una combinación del modelo liberal del efecto de cascada, más una "Red de Oportunidades y Prodec" para los barrios y comunidades marginadas de las cabeceras de provincias, principalmente en Panamá y Colón y no solo esta Red y Prodec para el país rural y comarcano, le respondimos en el aire.
Una forma efectiva de canalizar los recursos o riqueza nacional, a la que deberíamos tener derecho a su acceso todos, sería a través de los servicios básicos. Estoy hablando del transporte colectivo gratis, de lunes a viernes, para todos los jóvenes que porten identificación y uniforme de estudiante. Igualmente gratis deberían ser las atenciones médicas, cirugías, tratamientos, hospitalización y medicamentos por parte de los hospitales que regenta el Estado, sin entrar en aquello de que pague de acuerdo a su situación económica.
La educación, inclusive la universitaria, debería ser, también, totalmente gratis y, por último, establecer comedores debidamente administrados donde los menesterosos, ancianos y desvalidos, puedan recibir un almuerzo decente también gratis, nada para llevar).
Para los que piensen que se incurriría en paternalismo respondimos: En todos los núcleos familiares hay que tener recursos para garantizar un buen estado de salud a todos sus miembros; una educación o formación profesional sólida y un estómago lleno para que el cerebro absorba educación, conocimientos y formación profesional y moral. Esta inyección o distribución de la riqueza nacional mediante estos servicios básicos y vitales, permitirían que los jefes de familia utilicen sus limitados ingresos para la canasta básica alimentaría, techo, abrigo, vestuario, libros, teléfono y energía eléctrica, deporte y recreación.
En conclusión, lo que parecería un Estado paternalista en función, más bien y en la realidad debiéramos percibirlo como un "esfuerzo con luces largas" o inversión a mediano plazo por mejorar el potencial de los recursos humanos del país, que redundaría inequívocamente en el desarrollo sólido y sostenido de la República. Si algún porfiado negativista insiste en calificar estas novedades sociales como paternalismo, entonces vale la pregunta: ¿cómo calificaríamos los subsidios a los partidos políticos que alcanzan anualmente 13 millones de balboas?