Cuando el Presidente respondió al periodista Álvaro Alvarado que el compromiso con su aliado y aspirante a la presidencia para 2014, Juan Carlos Varela, fue personal y no involucraba a su partido Cambio Democrático (CD), me molestó ese gesto de deshonor y quebrantamiento de la palabra empeñada sin ningún rubor ni sonrojo. Esa respuesta me llevó a sentencias entre políticos cínicos e inmorales: “Para ser un buen político hay que aprender a tragar sapos vivos”.
El ilustre entrevistado reiteró con su actitud indiferencia y ningún respeto por nuestra Constitución y disimuladamente escapa de esta irresponsabilidad atribuyéndole a Juan Pueblo dicho desinterés o apatía, cuando el vicio de la lesión y ofensa a la Constitución se origina, precisamente, en el señor Martinelli. Sin embargo, solo recurre a los artículos de la Carta que le convienen para extender su mandato; lo demás lo considera letra estéril, estorbo o desecho constitucional. Por ejemplo, insiste en nombrar ministro a un ciudadano no nacido en la República, violando el artículo 196; designar magistrado de la Corte a un funcionario miembro del Órgano Ejecutivo y defensora del Pueblo a una subalterna directa.
Analizada la situación, que ha encendido luces de advertencia, inclusive a nivel internacional, los panameños debemos estar conscientes y poner nuestras barbas en remojo, ante la realidad de que nos gobierna un individuo proclive al “anarquismo” y la autocracia, quien viene dando muestras constantes de no estar dispuesto a abandonar el poder al final de su mandato.
¿Quién puede creer en Panamá que el Presidente no es el manipulador de la lucha por el poder que se ha desatado en el tinglado de la Asamblea Nacional? ¿Quién puede imaginar que los diputados Muñoz, Gálvez, García y la ministra Alma Cortés andan y actúan libres por su propia cuenta? Cuando el Presidente recurre a uno de sus términos favoritos, “babosada”, expresión impropia para un mandatario que ostenta en su pecho la majestad y simbolismo de la Patria, quisiera sugerir a sus asesores de imagen la lectura de la obra El Hombre Mediocre” de José Ingenieros o Cómo hacer amigos, de Dale Carnegie. Todo ciudadano que llegue a ocupar el solio presidencial debería tener una conducta ejemplar y digna.
¿Cómo comprender el equilibrio emocional del Presidente, por sus actuaciones tan contradictorias, como fue designar y juramentar la comisión especial de notables ciudadanos constitucionalistas, mediante Decreto Ejecutivo 209 del 26 de abril de 2011 para revisar y recomendar cambios a la Constitución, y a la vez por su blackberry sigilosamente ordenar violaciones, como el artículo 163, y la segunda vuelta electoral a su obediente maquinaria parlamentaria, imponiendo con su método arbitrario la intromisión del Legislativo al Órgano Judicial. ¿No llama la atención esta conducta ambigua? Además, extraña que sus asesores no le hayan soplado que estos son temas vedados al Legislativo y que solo pueden dirimirse mediante una constituyente o en referéndum popular. ¡A menos que aceptemos que nos encontramos inmersos en una dictadura civil! La situación sugiere que tenemos un presidente confundido, impredecible y errático.
Las obras e infraestructuras son convenientes en todo país en pleno desarrollo; sin embargo, Presidente, “desarrollo sin pan no es desarrollo”. Los pueblos no se alimentan de concreto y torres gigantes. Los estadistas sobresalen por modestos, sobrios y humildes, como en su momento fueron Belisario Porras, Enrique A. Jiménez, Roberto Chiari, Arnulfo Arias y Omar Torrijos, entre otros, mandatarios que nos transformaron sin tanto cacareo.
¿Sabrá nuestro presidente quién fundó la Universidad Nacional, el Teatro Nacional, la Zona Libre, el Seguro Social, el hospital Santo Tomás, el Instituto Nacional, el barrio La Exposición, la Escuela de Agricultura en Divisa...? ¿Sabrá que Alajuela, lago Gatún, es el mismo río Chagres y que se avecina la crisis? ¿Sabrá que cruzamos barcos? ¿Que el pueblo toma agua y come, pero ya no puede satisfacer ambas cosas?
Bienvenidos el Metro, 100 para los 70 y la beca universal, pero tenga en cuenta Presidente que ya existía el Ifarhu, Inadeh, la red de oportunidades, los corredores, cinta costera e hidroeléctricas. Para transformar un país como usted tanto repite hay que iniciar por transformar al pueblo o recursos humanos, no comprando corredores, ni gastando en una torre que terminará siendo negocio de pocos empresarios. Díganos, ¿cómo los panameños recibiremos las utilidades por nuestra inversión millonaria del terreno donde se erigirá el hotel y bienes raíces en la torre? Inversión inteligente y patriótica es el tercer juego de esclusas de nuestro Canal, que produce utilidad tangible de $800 millones anuales. Pero usted fomenta gastos que no producen ganancias ni utilidad económica al país, quizás a los empresarios.
La transformación de un país se inicia con su gente o recursos humanos y fortalecimiento del sector agropecuario. Es urgente la renovación y fortalecimiento del Mida, paralizado por la contaminación política partidista. El ejército más importante del país lo constituyen los productores de alimentos que demanda el pueblo.