ECOLOGÍA.

Desde la India Dormida

Cuenta la leyenda que hace miles de años una hermosa india era motivo de deseo de un poderoso hechicero. Al no verse correspondido, porque la india amaba a otro, la encantó durmiéndola y convirtiéndola en montaña para la eternidad.

Es la mágica historia que rodea la conformación de la majestuosa montaña de la India Dormida en El Valle de Antón, a donde, en compañía de mi familia, acudimos para disfrutar de días de descanso y de convivio con la naturaleza. Normalmente estos paseos son el momento oportuno para cortar con los problemas cotidianos de la vida ajetreada de la ciudad; sin embargo, cuando vivimos los problemas ambientales que experimentamos en la actualidad y vemos que la naturaleza panameña en su conjunto se ve amenazada de frontera a frontera, también los paseos vacacionales, se convierten en motivo de preocupación.

Hacía más de doce años que no subía hasta la cima de la famosa montaña y en esta ocasión, decidimos revivir la experiencia, ahora acompañados de nuestros hijos. Emprendimos la aventura en medio de un hermoso paraje boscoso, caracterizado por el entrelazado de las copas de los árboles que permitía un discreto paso de los rayos de sol, lo que facilitaba la empinada subida sobre el empedrado volcánico. La vegetación del sotobosque era muy variada y hasta con especies florales, se observaba gran cantidad de mariposas y aves. Sin embargo, en la medida en que nos acercábamos a la cima, los claros en medio del bosque, se iban presentando cada vez más fuertes; era más frecuente ver caída de árboles de gran tamaño, jóvenes y maduros, producto de la eliminación de especies inferiores con los que forman redes para auto-sostenerse.

Ya no se observaban más las delicadas especies del principio, sino, lo que los expertos en la materia llaman especies invasoras; aquellas que luego de quemas y devastaciones, se van abriendo paso, porque las condiciones del ecosistema van cambiando. Estas agresivas entrometidas les van robando espacio a las especies endémicas y con ellas desaparecen aves, mariposas y otras especies animales frágiles. El panorama ahora era totalmente diferente: áreas devastadas por quemas, matorrales de poco valor, tierra seca y mayor temperatura. Totalmente diferente a lo que vimos en nuestra primera escalada, hace doce años.

Ya desde la cima se observaba el todavía verdor del bello Valle de Antón, las casitas tradicionales y majestuosas residencias fundidas entre sí y con la vegetación. Pero la atracción que esta hermosa zona despierta, va en aumento; hoy hasta se rumora de un proyecto de apartamentos frente a la "famosa durmiente". ¿Será que ni siquiera los lugares que han representado tradicionalmente equilibrio entre el crecimiento y la conservación, pueden ser respetados? ¿Qué papel está jugando la Anam en la aplicación de la Ley General de Ambiente, cuando el artículo 62 establece que: "Los recursos naturales son de dominio público y de interés social, sin perjuicio de los derechos legítimamente adquiridos por los particulares. Las normas sobre recursos naturales contenidas en la presente Ley, tienen el objetivo de incorporar el concepto de sostenibilidad y el de racionalidad en el aprovechamiento de los recursos naturales, así como asegurar que la protección del ambiente sea un componente permanente en la política y administración de tales recursos. Corresponde a la Autoridad Nacional del Ambiente velar porque estos mandatos se cumplan, para lo cual emitirá las normas técnicas y procedimientos administrativos necesarios"?

Si esto no se aplica y fiscaliza, olvidémonos de que nuestros nietos podrán disfrutar del mismo entorno natural que tanto valoramos hoy; si permitimos que el inadecuado manejo del suelo o proyectos de desarrollo impacten irreversiblemente la naturaleza, que brinda la calidad ambiental que hoy disfrutamos, estamos siendo bien mezquinos con nuestro futuro. Planes de ordenamiento que respeten inmutablemente la naturaleza son ya una necesidad. ¿Será que los panameños despertaremos del sueño en que estamos sumidos - también como por encanto- hechizados por el desarrollismo desenfrenado?

¡Qué verde era mi valle!, reza el título de un clásico de Hollywood de los años 40; ojalá y éste no se convierta en un profundo lamento, mientras miramos nuestro valle, con la diferencia de que en nuestro caso no será una película, sino una triste y calurosa realidad.


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