La crisis social, actual y grave, que ha provocado la decisión reciente de la Corte Suprema de Justicia, que sigue dando tumbos en nuestro acontecer nacional en contra del periodismo y la libertad de expresión, viene a reafirmar lo que en Panamá son secretos a voces: la inmadurez política que desborda a muchos de los que ocupan una posición pública y el despilfarro de millones de dólares que han sido entregados a los partidos políticos para capacitar, supuestamente, a todos sus miembros.
No hay nada nuevo bajo el sol. Y, aunque distorsionadamente se sigue repitiendo en nuestro país la expresión “la historia se repite en espiral”, atribuida al Dr. Arnulfo Arias Madrid, el mérito a la frase correcta se debe al abogado y filósofo de la historia, al napolitano Giambattista Vico (Principi di Scienza Nuova, 1725): “La historia no se repite. No son círculos cerrados. Es más bien una espiral ascendente que crea nuevos elementos”.
Ese gran pensador puntualizó además: “La vida del hombre es providencial –generada por el creador– y sigue la repetición de tres edades sucesivas: la edad divina, teocrática y sacerdotal –edad infantil–, la edad heroica ganada por la arbitrariedad y la violencia –edad de la juventud– y la edad humana, razonable y moderada –la madurez–”, propia del adulto.
El retrato de la realidad política panameña la muestra dentro de la edad heroica, en donde no se ha alcanzado aún la madurez para discernir y aceptar que el funcionario público, elegido directamente por el voto popular o indirectamente a través de las dirigencias del partido triunfador, es un servidor del Estado en beneficio de las mayorías y sujeto al escrutinio y a las críticas a su conducta cuando su actuar es equivocado, no un dueño del mismo que puede imponer al resto de la sociedad su querer y voluntad, rompiendo incluso preceptos legales que deben impedir tales desaciertos.
¿Para qué el gasto en tiempo, dinero y esfuerzos de comisiones nombradas con el fin supuesto de alcanzar consensos, si se desestiman olímpicamente sus recomendaciones? Precisamente, son el ego extremo y la prepotencia los pecados que afloran y provocan casi a diario las fricciones que sacuden el acontecer nacional y que repercuten negativamente tanto en nuestra sociedad como en nuestra imagen internacional, esa que pretendemos mostrar al mundo como capaz y exitosa.
La riqueza de un país no se mide exclusivamente por su desarrollo económico. La economía, como la salud, es un bien perecedero. Con mayor prontitud cuando su sociedad vive y se desarrolla en la edad heroica. Los ejemplos en la historia son infinitos.
Las consecuencias de anteponer la sinrazón al juicio sereno de la razón están a la vista. Corresponde a las dirigencias políticas aceptar responsabilidades y enderezar entuertos para que todos sus miembros alcancen la formación necesaria para que ingresen lo más pronto posible a la edad humana.
Sin duda, todos los panameños nos beneficiaríamos y lo agradeceríamos, para siempre. ¿Es pedir lo imposible?