Jesús, orador de oradores



El nacimiento de Jesús marca el inicio de la era cristiana, cuya cronología es la que ha adoptado toda la civilización occidental y se ha aceptado como conteo y denominación calendaria convencional y oficial por la humanidad toda.

Aunque nada dejó escrito, su palabra es la más profusa de todos los grandes oradores de la historia de la humanidad. Su “Sermón de la Montaña” es considerado como la pieza magistral y ejemplo excepcional de lo que es la retórica elocuente. Es el discurso por excelencia y que utilizamos como modelo óptimo en la clase de oratoria que dictamos en la Universidad Santa María La Antigua. El gran maestro evidenció su calidad de orador sublime en cada intervención de su vida pública. Aún en el silencio de su martirio, mientras duró su injusto enjuiciamiento y ejecución en la cruz, su muda dignidad alcanzó la más significativa de las elocuencias, cuando con su actitud patética y mesiánica dejó para la posteridad el más conmovedor y efectivo mensaje permanente de perdón y amor.

De todos es sabido que en aquellos tiempos era muy difícil pronunciar un discurso, no existían micrófonos ni altoparlantes ni técnicas de oratoria y de prosodia, sintaxis, figuras de dicción o metaplasmos, amén de los grandes riesgos que existían cuando tanto los romanos como Herodes perseguían y eliminaban a cualquiera que se atreviera siquiera sugerir o insinuar un cambio o protesta al orden establecido.

La oratoria de Jesús tuvo, entonces, que revestirse de gallarda valentía y coraje, pues sus mensajes eran las verdades que iluminaban un camino recto, honroso y de buena voluntad, de paz y amor, muy diferente a aquel que obligaba a seguir por la fuerza la justicia pagana de los romanos.

La conspiración de los fariseos y el temor de los romanos de una posible rebelión liderada por el carpintero hijo de María y José, le llevaron finalmente a la crucifixión, muriendo a los 33 años, cumpliendo con las profecías anunciadas en las Sagradas Escrituras que predijeron el advenimiento del Mesías o salvador del mundo.

La portentosa fuerza de su elocuente palabra ha quedado inmortalizada en su mensaje conocido en todo el mundo por los siglos transcurridos desde su aparición en la vida pública. Sus seguidores suman billones y su fe está arraigada profundamente en las inteligencias y esperanzas de quienes escuchan la palabra de Cristo como la palabra de Dios.

En nuestra clase de oratoria, siempre recomendamos a los estudiantes el estudio de la palabra de Cristo, orador de oradores, ya que siempre constatará el estudiante diligente e investigador que en la elocuencia de la verdad solemne del Nazareno encontrará la más resplandeciente y reconfortante fuente de inspiración.

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